Déficit de salud en América latina
América latina puede hacer mucho para promover el acceso
de la población
a los medicamentos esenciales. Lo que falta no son ejemplos -como
el de Argentina- sino voluntad política de transformación.
La mitad de los latinoamericanos no consigue los medicamentos esenciales
para su salud y falta voluntad política para resolver el
problema.
Los países de la región continúan sin remedio.
El acceso de la población
a los medicamentos esenciales para los cuidados de su salud está
lejos
de constituir una prioridad en las agendas públicas de la
región. Menos de la mitad de la población obtiene
los productos que necesita para su salud.
El gasto medio per cápita en medicamentos es apenas la mitad
del gasto
en medicamentos por cada vaca europea.
Hay dos estrategias centrales para promover el acceso a medicamentos:
la provisión pública y la regulación del mercado.
Es decir, unas políticas operan por dentro y otras por fuera
de las farmacias minoristas.
La entrega de medicamentos en los servicios públicos de salud
no sólo tiene muy alto impacto en términos de combate
a la enfermedad sino también sobre la equidad en la distribución
de la salud. Pero ese impacto va disminuyendo
a medida que se asciende en el nivel de complejidad de los tratamientos.
Es decir, la entrega de medicamentos es una herramienta sanitaria
más poderosa en la prevención y tratamiento de enfermedades
agudas que
en los tratamientos complejos de las enfermedades graves.
Por ejemplo, por cada peso invertido en medicamentos para control
de la hipertensión arterial se ahorran 17 pesos en el tratamientos
de dos de sus peores consecuencias, los infartos agudos de miocardio
y los accidentes cerebrovasculares.
Sin embargo, en los servicios públicos de salud en América
latina se han venido invirtiendo las prioridades. Es mucho más
probable que los médicos dispongan de medicamentos en hospitales
especializados que en puestos y salitas de atención primaria.
Por ejemplo, el Sistema "único de Salud de Brasil (SUS)
invierte 8,6 reales por habitante al año en medicamentos
para sida y 4,3 reales en medicamentos para enfermedades de alto
costo, contra sólo un real para atención primaria.
Incluso invierte más en psicofármacos que en antibióticos
para afecciones respiratorias que constituyen la principal causa
de muerte infantil.
En la mayoría de los países, cuando los medicamentos
están disponibles
en los servicios se exige a la población que pague por ellos.
De esta forma,
los cuidados primarios de la salud constituyen una mercancía
antes que un derecho. El resultado es que, al igual que los ingresos,
la salud de la población se concentra en unos pocos.
Argentina constituye un ejemplo de prioridades adecuadas en provisión
pública. Gracias a la entrega gratuita de medicamentos, desde
el 2002, en más de 5000 centros de salud de todo el país
se ha conseguido reducir la mortalidad infantil y expandir la esperanza
de vida de los argentinos. Ese ejemplo lo siguió Paraguay
con su Programa de Cuidados Sanitarios Básicos que entrega
kits de medicamentos para la madre y el niño no sólo
en puestos
y centros de salud sino también en hospitales.
La forma más adecuada de regular mercados de medicamentos
para promover el acceso consiste en incorporar estrategias de genéricos.
Aunque bajo este título se reconocen diferentes acciones,
todas ellas tienen en común el intentar promover la competencia
por precios rompiendo el monopolio de marcas..
En América latina las estrategias de genéricos están
siendo implementadas
a menos del 10% de sus posibilidades. En Argentina, por la Ley 25.649
y sus correspondientes en todas las provincias, en las recetas se
debe incluir el nombre genérico del producto y, en caso de
haber indicación de marca, los farmacéuticos están
habilitados a sustituirla por otro producto equivalente
a elección del usuario.
En el 78% de las recetas se incluye el nombre genérico, lo
cual es un logro significativo. Pero aún resta mucho por
hacer si se considera que el 22% restante de las recetas son ilegales.
Por otro lado, en la práctica no existe sustitución
por parte de los farmacéuticos. Según la Encuesta
de la Comisión Nacional de Proyectos de Investigación
en Salud (CONAPRIS) la sustitución sólo ocurre en
1,2 de cada cien recetas que llegan a las farmacias y lejos
de mejorar, esta cifra viene decreciendo desde que se sancionó
la ley.
Brasil optó por crear un nuevo mercado de productos genéricos
intercambiables que hoy representa un 11,5% del total de medicamentos
consumidos en el país. Sin embargo, en ese país, las
recetas siguen haciéndose por marca comercial.
A su vez, Uruguay -antes que seguir el ejemplo de Argentina, que
registró un altísimo impacto sobre el acceso de la
población en un breve lapso- prefirió seguir los pasos
de Brasil a través de un decreto que más que promover
la sustitución farmacéutica corre el riego de restringirla.
Un ejemplo extremo en este sentido viene de Venezuela, donde un
decreto presidencial prohibió las muestras gratis así
como el financiamiento de congresos médicos por parte de
los laboratorios, argumentado que esos gastos son trasladados al
precio de los productos.
En otros casos, como en Paraguay, aunque exista una norma que habilite
a los farmacéuticos para sustituir marcas, en las farmacias
no se dispone
de un manual que especifique los productos disponibles según
su nombre genérico.
La mayor debilidad de las políticas regulatorias no radica
en su diseño sino
en la falta de fiscalización.
América latina puede hacer mucho para promover el acceso
de la población
a los medicamentos esenciales. Lo que falta no son ejemplos ni ideas
sino voluntad política de transformación.
Fuente: Federico Tobar.
Diario Clarín
|
|