| Los 
              argentinos comen la mitad de las frutas y verduras aconsejadas
 La ingesta de productos naturales cayó
 en las últimas tres décadas
 El consumo promedio diario es de 200 
              gramos. Según los especialistas, éstos son insuficientes 
              para una dieta saludable. El empobrecimiento de las familias provocó en gran parte el cambio alimentario.
 Los argentinos deberían consumir más frutas y verduras 
              que los 200 gramos que comen diariamente. En el país el consumo 
              de estos alimentos -que previenen trastornos cardíacos, diabetes 
              y cáncer- apenas araña la mitad
 de lo que recomienda la Organización para la Agricultura 
              y la Alimentación
 de las Naciones Unidas (FAO).
 Pero el fenómeno alimentario no fue siempre así: según 
              datos del Mercado Central, catorce años atrás cada 
              persona comía hasta 38 kilos de cítricos
 por año. Hoy apenas consume 20 kilos anuales. Y datos elaborados 
              por la doctora en antropología Patricia Aguirre sobre la 
              base de la Encuesta de Hogares de CONADE de 1965 y de las Encuestas 
              de Hogares de INDEC
 de los años 1992 y 1998 alumbran que el consumo de frutas 
              y verduras
 de los hogares del Area Metropolitana Bonaerense cayó un 
              47,5 por ciento entre 1965 y 1998.
 Aguirre, también autora del libro "Estrategias de consumo: 
              Qué comen
 los argentinos que comen", analiza que en la década 
              del 60 la gente se alimentaba con más frutas y hortalizas 
              que hoy porque un único ingreso alcanzaba para vivir y la 
              mujer contaba con más tiempo para cocinar
 (las hortalizas y las frutas exigen dedicación en su elaboración).
 Pero los procesos de transformación económica -como 
              la destrucción
 masiva de la industria nacional de los 70, la hiperinflación 
              de los 80 y la convertibilidad de los 90- resultaron en el empobrecimiento 
              de miles de familias. Las mismas que con el correr de los años 
              abandonaron la práctica de comprar bananas, uvas, frutillas, 
              remolacha, brócoli, repollo, espinaca
 o palta. ¿Las razones? Porque son alimentos caros, generan 
              poca saciedad
 y porque para que produzcan plenitud hay que prepararlos con huevo, 
              aceite, queso. Todos productos caros.
 Para el jefe de prensa del Mercado Central, Horacio Esteban, muchas
 de las verduras subsisten porque las consumen las colectividades.
 Es el caso del hinojo, el nabo, el rabanito, el puerro, el alcaucil. 
              "Creo que habrían desaparecido de no ser porque los 
              consumen las colectividades italiana y oriental", afirma.
 A estos factores se añade un hecho cultural: hasta hace diez 
              años una ensalada no era vista como una comida sino como 
              guarnición. En Argentina, históricamente, un plato 
              de comida debía tener carne.
 "La gente no come lo que quiere sino lo que puede. Su elección 
              es fruto
 de una combinación entre el poder de compra y lo que sabe 
              sobre el buen comer. Un conocimiento que resulta de la transmisión 
              gastronómica familiar (casi siempre a cargo de las mujeres), 
              lo que se recuerda de lo que recomiendan los médicos y lo 
              que los medios dicen sobre los productos industrializados", 
              explica Aguirre.
 Para Lina Aschkinasy, de la Asociación Argentina de Dietistas 
              y Nutricionistas, en el país se consume principalmente lechuga, 
              tomate y papas. "No se consume más porque no se difunde 
              la necesidad de hacerlo y las frutas
 son caras", dice.
 De acuerdo a un informe de la Organización Mundial de la 
              Salud (OMS)
 el problema del bajo consumo de frutas y verduras no es sólo 
              nacional.
 En EE.UU. el consumo per cápita diario es de 300 gramos y 
              en Australia, Japón y Singapur apenas comen 380 gramos por 
              día por persona. En la contracara están Bélgica, 
              Finlandia, Dinamarca, Francia, Alemania, Inglaterra, Israel, Italia 
              y Noruega; países donde los habitantes comen una ración 
              de 450 gramos por día, y España, donde comen 500 gramos 
              diarios.
 Para la FAO, las principales barreras al aumento del consumo de 
              frutas
 y hortalizas son los climas desventajosos para la agricultura, las 
              prácticas agrícolas precarias y la pérdida 
              de grandes cosechas. Pero también
 "las falsas concepciones culturales y el avance moderno de 
              alimentos congelados y enlatados que facilitan la vida moderna porque 
              consumen
 poco tiempo, están precocidas o listas para calentar en el 
              microondas, aunque -por lo mismo- contengan muchos conservantes 
              y sean hipercalóricas", explica Alison Hodder, horticultor 
              senior de FAO.
 En el marco de ese escenario moderno, Patricia Aguirre distingue 
              el modo
 en que la economía real determina lo que comen los distintos 
              sectores sociales urbanos argentinos. "Lo pobres no pueden 
              comprar verduras
 y frutas porque son caras, y cuando las compran son poco rendidoras 
              respecto de alimentos más baratos, que producen mayor sensación
 de saciedad y tienen más prestigio. La clase media las puede 
              comprar pero evalúa que son menos ricas que otros alimentos 
              industrializados que construyen gustos y prestigio a través 
              de los medios masivos.
 Y la clase alta las consume porque el médico le prescribe 
              que son más sanas". Por salud antes que por gusto.
 
 
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