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Institucionales

¿Sucesos imprevistos y excepcionales o previsibles y prevenibles?
Reflexiones sobre las recientes inundaciones

 

“¿Qué puede haber imprevisto para el
que nada ha previsto?”

Paul Valéry

 

Horacio Micucci
Coordinación General de Evaluación Epidemiológica de Programas de Atención


¿Suceso excepcional, inevitable e imposible de prevenir, paliar y remediar?

Ha pasado un tiempo de la catástrofe de La Plata, las inundaciones en la Ciudad de Buenos Aires y del Conurbano. Y vienen los debates sobre el grado de imprevisibilidad del fenómeno, la capacidad de respuesta, etc. Es bueno que los haya porque es necesario evaluar si el fenómeno fue tan imprevisible, en qué medida es natural o fue provocado por políticas que se aplican desde hace años, si hubo medidas preventivas previas el evento, si se desplegaron acciones adecuadas cuando éste ocurrió y si hay acciones adecuadas de reparación de daños.
¿Existe un modelo de desarrollo urbano detrás del cual están las causas de este desastre? ¿O fue un imprevisto e inusitado fenómeno de la naturaleza?.
Lo grave es que todo esto ha costado vidas.
Vidas transformadas en un calvario cotidiano y muertes que no debieron ocurrir.

Gestión del riesgo

Existe una disciplina que se denomina Gestión del riesgo. De ninguna manera se mira un evento no deseado como un castigo divino. Gestión del riesgo es manejo del riesgo, cómo se lo previene y cómo se actúa ante él.
Incluye la prevención ante un evento no deseado para que no ocurra (Fase preventiva) y para eso primero hay que detectarlo (por baja frecuencia que tenga).
Continúa con la Fase de acción en el evento no deseado, si ocurre a pesar de toda prevención. Aquí entrarán en acción los operadores previstos con planes e instrumentos previamente dispuestos. Por último viene la Fase de reparación y rehabilitación destinada a las víctimas y sus bienes destruidos.
Pareciera que esto no existió en estos días. Y tal vez no sea una impericia eventual, sino una actitud consolidada frente a los peligros a los que puede estar sometida nuestra sociedad.

El concepto de accidente o evento no deseado

La noción tradicional de un accidente es que es un hecho que ocurre como fruto del azar que produce algún tipo de perjuicio en personas u objetos. Con esta concepción es poco y nada lo que se puede hacer para prevenirlo o paliarlo.
Para una visión científica, incluso el azar tiene causas. Y esas causas (que responden a leyes físicas, químicas, biológicas y aún sociales) son muchas, de tal manera que dificultan la predicción del evento pero, sin embargo, puede hacerse un tratamiento estadístico.
Una moneda tirada al aire caerá en cara o seca. Imposible predecir cada tirada. En esa tirada hay infinitas causas para que caiga de una manera u otra. Pero si, en las mismas condiciones se tira la moneda muchas veces, cuanto mayor sea el número de tiradas más se aproximará la frecuencia a un 50% de caras y a un 50% de secas. Eso es Cálculo de probabilidades.
En algunos casos surgirá, por ejemplo, que las frecuencias (número de veces que, en un tiempo dado, se produce el evento) se corresponden a lo que se conoce como una curva de Gauss, normal o gaussiana. La forma de la curva parece el dibujo de una loma. En el pico se encontrará lo que se conoce como Media que es el evento más frecuente y que, en estos casos, tiene la propiedad de dividir el área bajo la curva en dos.

¿Qué significa esto?

Tomemos el ejemplo de la frecuencia de una lluvia de determinados milímetros caídos.
Habrá una cantidad de milímetros que se corresponden a la Media caída para una zona. En un 50% de los casos lloverá ese valor o menos. Y en otro 50% lloverá más que la Media. Cuanto más sea la caída de agua, menos frecuente será.
Cuando un funcionario responde que una zona se inundó por que llovió más que la Media, sus propias palabras son un reconocimiento de que se preparó todo sólo para el 50% de los casos y que se aceptó que iba a haber inundaciones en el 50% restante. Con sus consecuencias.
En el caso de la prevención de inundaciones, interesan las lluvias de mayor cantidad de milímetros que la Media. En el caso de las sequías se consideran también las menores.
En el primer caso, que es el que nos ocupa, tomaremos medidas ante lluvias mayores y es una decisión política establecer que riesgo se acepta.
Recientemente, uno de los diseñadores de algunas autopistas del Conurbano y Capital reconoció que se habían construido considerando las precipitaciones de 20 años porque, si se consideraban las un siglo, el costo de la prevención hubiera sido muy elevado.
Una decisión económica hace que se produzcan a menudo inundaciones en esas autopistas. El sufrimiento de personas fue considerado como aceptable en función de un concepto económico.
De nada vale que, en nuestro caso, nos hablen del cambio climático porque científicamente podemos prevenir ese riesgo aumentado, con mayores medidas preventivas que, desde ya, tienen un costo.
Volvamos a la Curva de Gauss. Se puede calcular un parámetro estadístico conocido como Desviación Estándar. Si tomamos medidas para una lluvia equivalente a la Precipitación Media más una desviación estándar, aceptaremos que seremos desbordados en aproximadamente un 16% de los casos de lluvias; y si nos preparamos para la Media más dos desviaciones estándar estaremos en riesgo de tener lluvias mayores aproximadamente un 2,5% de las veces.
Es una decisión política.

Visión preventiva del evento no deseado

Existe una visión preventiva del evento no deseado. Aquella que dice que es producto de condiciones que se deterioran primero lentamente, luego más rápidamente, para desembocar en un suceso con lesiones físicas y psíquicas. Y aquí aparecen causas a veces alejadas del hecho y responsables mediatos e inmediatos.

Hubo advertencias

Se sabe que la Municipalidad de La Plata tenía en su poder un trabajo fruto de un acuerdo con la UNLP que advertía sobre la posibilidad de lo ocurrido y las medidas preventivas necesarias. Las medidas no se tomaron.
El Dr. Antonio Brailovsky, en un reportaje radial, encontró razones en las recientes modificaciones del Código Urbano de La Plata.
¿Pasó sólo allí?. Algo similar parece haber ocurrido en Capital y Conurbano.
Lo ocurrido en La Plata, Buenos Aires y Conurbano no fue un desastre natural, fue la expresión social de un fenómeno natural, resultado de una política aplicada durante años.
Cuando ocurre un evento no deseado ocasionando una catástrofe, si no aparecen planes ante la contingencia y se presentan insuficientes acciones reparatorias, de rehabilitación y prevención sanitaria, se pone en evidencia un incorrecto modelo de acción ante desastres. 

Volviendo a la Gestión del riesgo

En todo plan de seguridad pública ante accidentes hay, primero, hipótesis de desastres posibles. Estas hipótesis se tejen analizando la probabilidad de que un hecho se produzca y la gravedad de sus consecuencias. Es lo que se llama “Análisis de Riesgo”.
¿El sistema de prevención nacional, provincial y local no tenía como hipótesis que algo así ocurriera?. Esto indicaría, al menos, imprevisión por parte de las autoridades.
Como se dijo más arriba, una vez que se han analizado las catástrofes posibles, deben existir tres fases a planificar:

1. Fase de prevención. Destinada a evitar que el siniestro ocurra.

2. Fase de acción en la emergencia.
Destinada a actuar si, a pesar de lo anterior, el siniestro ocurre, para que las consecuencias sean lo menos graves posibles. Tiene el objetivo de disminuir el número de víctimas actuando con rapidez, con un plan previo, y con el personal y los medios técnicos médicos y no médicos necesarios.

3. Fase paliativa. Destinada a paliar los daños morales y materiales en las víctimas. Incluye la reconstrucción y la rehabilitación.
Hay una Acción frente a siniestros, que debe integrar al personal profesional (desde los bomberos, fuerzas militares y de seguridad hasta el personal sanitario), la defensa civil organizada y la acción en el lugar de la población, que actúa solidaria y “espontáneamente” (pero con un cierto “entrenamiento previo”).
Establecido un siniestro como hipótesis ya se saben muchas de las consecuencias del mismo, si ocurre. No hay excusa para la imprevisión. Se sabe que tanto en un terremoto como en un descarrilamiento de trenes va a haber un alto número de traumas y contusiones y que en una inundación habrá un menor porcentaje de los mismos, y esto será tenido en cuenta para prever la fase de acción en la emergencia. Asimismo tanto en un terremoto como en una inundación debe preverse, en la fase paliativa, que habrá numerosas personas que se quedarán sin vivienda y este problema se debe resolver con rapidez. Lo mismo respecto a las posibles epidemias posteriores.
¿Fue todo esto adecuado en los casos que se analizan?.

Analizar lo actuado para corregir errores

Respecto a lo anterior, enorme cantidad de errores e ineficiencia se han visto en la última emergencia, muchas de ellas reiteraciones de lo ocurrido ya en otras (Cromagnon, epidemias, Once, etc.). No hubo acciones de prevención empezando por el hecho de no tener hipótesis de desastre al respecto.
El Sistema Federal de Emergencias (SIFEM), que hasta 2002 operó bajo la órbita de la Jefatura de Gabinete, con poder para movilizar a todo el gobierno en caso de catástrofe virtualmente no existe. En 2002, el SIFEM pasó a funcionar en la Secretaría de Seguridad Interior del Ministerio de Justicia. En 2004 pasó a ser una oficina de la Dirección General de Defensa Civil, dependiente de la Subsecretaría de Seguridad y Protección Civil, dependiente de la Secretaría de Seguridad Interior, dependiente del Ministerio del Interior. En el Presupuesto de la Nación, tiene asignada una partida de 206 millones de pesos para “Acciones de Asistencia Civil”. Los fondos están previstos para “resguardar a la población ante la posibilidad de un desastre que cause vastas pérdidas a nivel humano, material o ambiental, suficientes para que la sociedad afectada no pueda salir adelante por sus propios medios”.
Comparemos la cifra anterior con la estimación del valor de las pérdidas calculadas en la inundación de La Plata y se verá lo exiguo de aquella.
La extraordinaria solidaridad del pueblo y sus organizaciones, por más grande que sea, no alcanza a suplir lo que debe hacer el Estado. Es el Estado el que debe resolver.
Hay que analizar la práctica de lo ocurrido en éste y otros eventos, para corregir errores, suplir falencias y cambiar personas responsables por acción u omisión.

 

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