Diálogo
con la bióloga Gabriela Levitus
La biotecnología y sus demonios
Medicamentos más
baratos, plásticos biodegradables, microbios que limpian
contaminantes, alimentos más sanos: la revolución
biotecnológica ya comenzó.

El mundo es cada más biotecnológico.
Mire donde se mire, afloran sus joyas alteradas por la ingeniería
genética: biofármacos, plásticos biodegradables,
alimentos transgénicos, plantas modificadas genéticamente.
De a poco y con mucha información, la mala fama de la biotecnología
se va disipando al privilegiarse más sus beneficios que sus
posibles inconvenientes. "Nos dirigimos a la producción
de mejores alimentos, alimentos más seguros", augura
la bióloga Gabriela Levitus, directora ejecutiva de ArgenBio,
consejo argentino para la información y el desarrollo de
la biotecnología.
-
¿Cómo llegó a la biotecnología?
-Yo soy bióloga, de la Facultad de Ciencias Exactas y como
todos los biólogos nos formamos en investigación sobre
todo. Hice mi doctorado sobre la enfermedad de Chagas y me fui a
Brasil a hacer mi posdoctorado en el área de la parasitología,
malaria. Volví y me inserté en la carrera de investigador
científico del Conicet.
-¿Y cuándo hizo el salto?
-Cuando estaba por cumplir 40 años. Había cosas que
me gustaba hacer y otras que no. Lo que me gustaba era la comunicación
de la ciencia, la educación. Yo siempre fui docente de biotecnología
en la facultad.
-¿Y qué pasó
entonces?
-Un conjunto de empresas dedicadas a esto deseaban tener un programa,
un área de comunicación. Pusieron un aviso que llegó
a mis manos. Y ahí nació ArgenBio, un consejo para
divulgar la biotecnología. A partir de un programa educativo
(www.porquebiotecnologia.com.ar) les damos herramientas a los docentes
para que traten el tema en el aula. Ocurre que es muy difícil
definir biotecnología.
-¿Por qué?
-Porque es una disciplina muy amplia. Una definición muy
estéril dice que consiste en usar organismos vivos para hacer
cosas útiles. En realidad, tiene sus orígenes en la
microbiología industrial. Se la relaciona mucho con la fabricación
del vino, el pan, el yogur y el queso. Cuando llega la época
de la biotecnología moderna en los '80 ahí comienzan
a integrarse muchos conocimientos: aparece también la ingeniería
genética y esto de poder cambiar los genes de lugar, y se
empieza a aplicar a organismos más allá de los microbios.
La biotecnología no deja de ser una tecnología novedosa
y como algo nuevo merece su difusión y discusión.
Además está en todos lados.
-Pero atravesó por una
época de mala fama.
-Las tecnologías nuevas son siempre tomadas con mucha aprehensión
porque los seres humanos tenemos miedo a lo nuevo; lo cual es bastante
saludable. Tiene que ver con una cuestión de supervivencia.
Ahora bien, hay tecnologías peor vistas que otras porque
se les ha generado mala fama por diversos motivos: la energía
nuclear, por ejemplo. Otras, en cambio, siempre fueron bien vistas,
como las tecnologías asociadas con la informática
o la telefonía celular. La importancia de usarlas era tan
grande que no atravesaron por ese momento de crítica. Hoy
no nos vemos sin celular. A veces son las fuerzas del uso las que
inciden en la visibilidad de una tecnología.
-Uno de los productos más
visibles y cuestionados de la biotecnología son los alimentos
transgénicos porque uno los come.
-Totalmente. Cuando hablás de un medicamento, uno le puede
llegar a perdonar conceptualmente muchas cosas. Pero cuando uno
se mete con los alimentos que forman parte de nuestra cultura, nuestro
ser nacional, se mezclan muchas cosas.
-¿Dónde vemos
productos de la biotecnología?
-Todos los procesos industriales, desde hacer una galletita a fabricar
una tela de jean o papel, requieren en algún momento de un
proceso en el que interviene algún microbio. Por ejemplo,
todas las enzimas, o sea las moléculas que facilitan las
reacciones y hacen que sean amigables con el medio ambiente, provienen
de microorganismos que son genéticamente modificados por
un tema de practicidad. Actualmente no hay animales transgénicos
en el mercado pero sí hay desarrollos con objetivos puntuales
como las vacas que en su leche dan fármacos.
-Estamos rodeados por la biotecnología.
-Muchos de los medicamentos que uno consume son generados por la
misma tecnología que permite ponerle a la soja un gen de
una bacteria. Somos una especie que modifica el ambiente para nuestro
provecho. Obviamente, lo tenemos que hacer lo mejor posible. Todo
lo que comemos está modificado, ya sea por una técnica
o por otra.
-Igualmente hay una especie
de santificación de lo natural que viene más que nada
del marketing.
-Pero lo natural no siempre es bueno. El tsunami es renatural, también
la cicuta y el cianuro. Pensando en los alimentos, si nos ponemos
bien estrictos, nada de lo que comemos está en los ecosistemas
naturales. No encontrás en el medio de la selva la fruta
que se come todos los días, fruta dulce, prácticamente
sin semillas, que no es áspera ni produce alergias. Uno selecciona
artificialmente los alimentos. Lo cierto es que la mala fama de
la biotecnología no dejó a la gente pensar en el tema.
-¿Quién controla
en la Argentina que los productos modificados genéticamente
son aptos para el consumo?
-El sistema regulatorio que rige todo el tema de transgénicos
es un sistema creado ad hoc. La Secretaría de Agricultura
evalúa el impacto ambiental y el Senasa evalúa qué
puede pasar si uno consume un alimento transgénico. El análisis
que se hace de estos alimentos es mucho más exhaustivo que
cualquier otro alimento por toda la presión que lleva encima.
Hoy se demora seis años en aprobar un nuevo cultivo transgénico.
-Los alimentos transgénicos
son sólo una parte de la biotecnología. ¿Qué
más hay?
-Como te decía, los medicamentos. El ejemplo paradigmático
es la insulina. Antes se iba al matadero y se obtenían los
páncreas de vacas y cerdos. Con la biotecnología,
se logró fabricar kilos y kilos de insulina humana. También
está la biorremediación: algunas bacterias hacen cosas
raras, muy deseables, por ejemplo, rodearse de gotitas de petróleo.
Eso es maravilloso porque si uno pone esas bacterias en un ambiente
contaminado el petróleo se agrupa y puede limpiar la mancha
de manera más fácil.
-Podría ser la solución
para el Riachuelo.
-Así es. En cuanto a la biotecnología agraria, en
la Argentina somos grandes "adoptadores" de cultivos transgénicos.
La aprobación la recibieron en 1996. Había una coyuntura
favorable para su recepción. El éxito de esto radica
en que los agricultores los usaron. Es una tecnología que,
a pesar de ser vapuleada, entró por la puerta grande en la
Argentina.
-¿La biotecnología
tiene límites?
-Absolutamente, hay límites de costo y beneficio, de mercado,
pero más que nada los límites son de conocimiento.
Estamos muy lejos de conocer todos los sistemas. No sé cómo
modificar la cantidad de tal vitamina si no sé cómo
se sintetiza en la planta. Que no lo sepamos hoy no significa que
no lo sepamos mañana.
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