Distritos

Distrito I - Editorial
Balance de fin de año

A veces nos vienen unas ganas locas de patear el tablero y enterrar la cabeza, como el avestruz, hasta que se aclare un poco el panorama, luego de este diciembre tan convulsionado, con conflictos sociales por doquier, que permiten comprobar que las desigualdades entre ricos y pobres cada vez se profundizan con inobjetable contundencia.
A veces queremos perdonar y blanquear las hojas del libro de quejas, archivar nuestras protestas y pensar en positivo para aspirar a un año nuevo con esperanza renovada.
A veces querríamos saltear las fiestas, no ver siempre las mismas caras -que sólo vemos una vez al año- y brindar con nuestra pareja en una isla alejada a la luz de las velas.
A veces dejamos la mente en blanco, miramos el horizonte, como buscando respuestas, equivocados, en lugar de buscar preguntas que nos abran las puertas de la sabiduría.
A veces arremetemos con más fuerza, envenenados, empujados por la tonta idea del poder, del dominio, de la hegemonía, del autoritarismo, y no nos damos cuenta de que todo esto nos lleva a la soledad absoluta en la altura de la torre de babel, que sólo tiene escapatoria saltando por la ventana al abismo.
A veces revolvemos el pasado, buscamos objetos viejos, releemos cartas antiguas y destacamos lo bien que vivíamos en otra época, pero sabemos perfectamente que el tiempo es tirano y corre más rápido que nosotros.
A veces nos arrepentimos de todo lo realizado y no valoramos algunos proyectos que pudimos cristalizar y nos negamos a seguir intentado por otros caminos.
Y a veces nos refugiamos en nuestros seres queridos…dejamos las preocupaciones de lado y pasamos buenos momentos junto a nuestros hijos y nuestros nietos.
Esta sería una excelente forma de empezar el año. Rodearse de las personas que realmente queremos y planificar un futuro que nos permita vivir dignamente, pero que el objetivo no sea sacrificarse para tener una casa más grande y lujosa, ni comprar una 4x4 full full o el último invento del confort.
Sacrifiquemos sí, parte del trabajo para invertir nuestro tiempo en momentos compartidos con nuestros afectos. No nos llevaremos otra cosa del mundo que el cariño y las miradas de ternura de los que nos quieren con sinceridad, de los únicos seres que tienen el secreto para acariciarnos el alma.

Brindemos por un año de esperanza!

Gabriel Di Bastiano