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Actualidad

Por Ana María Pertierra
Cuando el ahorro de energía
atenta contra la salud
Un reciente estudio realizado por científicos suecos, y publicado en New England Journal of Medicine ha demostrado que adelantar una hora en el huso horario en la primavera trae aparejado un incremento sustancial del orden del 10 al 15% en la tasa de infartos de la población estudiada. Especialistas locales señalan que el ciclo sueño-vigilia no está diseñado para adaptarse con rapidez a los cambios bruscos de horarios





El uso más eficaz de los recursos energéticos se ha planteado como un objetivo global, y una estrategia ha sido alterar en una hora el huso horario en primavera y otoño. Sin embargo, este hecho al parecer tan nimio tiene notables consecuencias para la salud humana. El trabajo que apareció recientemente en New England Journal of Medicine indica que la incidencia de infarto de miocardio es un 10% mayor en los primeros 3 días del adelantamiento de la hora en primavera pero no en su retraso.
Los doctores Imre Janszky, del Instituto Karolinska, y Richard Ljung, de la Junta Nacional Sueca de Salud y Bienestar, apelaron a los amplios registros suecos de infarto agudo de miocardio para observar si los desajustes del sueño y el reloj interno del organismo causados por un cambio de horario habían tenido efectos sobre el número de eventos cardiovasculares entre los años 1987 y 2006. Compararon el número de esos ataques en cada uno de los siete días posteriores al cambio de horario con el correspondiente a dos semanas antes y dos semanas después. En total en la semana posterior al cambio de horario de primavera, donde se pierde una hora de sueño, había aumentado un 5% el número de casos de ataques cardiacos. En la semana posterior al cambio de horario otoñal, donde se gana una hora de sueño, el número de ataques no se modificaba.
Consultado por Faba-Informa, el doctor Diego Golombek, director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes, consideró que la explicación más plausible a estos hallazgos “es el efecto transitorio del cambio de horario sobre el ciclo del sueño que tiene influencia sobre toda la homeostasis del organismo, incluyendo el sistema cardiovascular en pacientes vulnerables”. Asimismo hay que recordar –agregó– que el día de la semana con mayor incidencia de infarto es el lunes, presumiblemente por su mayor carga de estrés laboral, y también, por una cierta deprivación de sueño asociada a la transición fin de semana a días laborales.
El sueño –explicó Golombek – es uno de los ritmos controlados por el reloj biológico y, obviamente, uno de los que más efecto tiene en nuestro rendimiento cotidiano.
Según ciertos cálculos la población en general está viviendo con falta de sueño ya que, durante el siglo XX se han reducido significativamente las horas de sueño, de un promedio de 9 horas a uno de 7,5. Para Golombek, no sólo son importantes las horas totales de sueño sino también el horario en el que se producen. “Todos los ritmos del organismo guardan una relación temporal entre el sueño y la vigilia, es una sincronía interna que se mantiene por la comunicación entre el reloj biológico endógeno y el sincronizador ambiental más importante que es la luz, y que todos los días <pone en hora> al reloj biológico”, puntualizó el especialista.
“Cuando se modifica el horario de acostarse y despertarse con respecto a los horarios de salida y puesta de sol, al cuerpo le cuesta acostumbrarse al nuevo ciclo y tarda varios días en lograr una nueva sincronía estable entre los ritmos del cuerpo”, dijo. Este trastorno transitorio del sueño, según el especialista, tiene múltiples efectos sobre el organismo: se altera la fisiología y también ocurre lo propio con el comportamiento, el estado de ánimo, y el rendimiento general. El reloj biológico principal está localizado en los núcleos supraquiasmáticos del hipotálamo, a los que se puede considerar una especie de directores de orquesta que controlan la fisiología temporal del organismo. También existen una serie de “relojes periféricos” autónomos en muchas zonas del cuerpo. “Se conoce el efecto que tiene la deprivación del sueño sobre el reloj maestro, aunque no es muy conocido su efecto sobre los periféricos, que a su vez están afectados por los horarios de alimentación”, explicó Golombek.
Por su parte el doctor Daniel Cardinali, director del Laboratorio de Neurociencias del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UBA, investigador superior del Conicet, y especialista en el estudio de la melatonina, señaló: “Sacar a la gente de su huso normal no carece de consecuencias”.
Ya en estudios anteriores publicados en Current Biology –sostuvo Cardinali– se demostró en una muestra de 55000 individuos que el ajuste al huso geográfico no se da en condiciones de 1 hora de desfasaje con el horario geofísico. “Es de imaginar lo que pasará en la Argentina, donde estamos 2 husos horarios fuera de la hora que nos corresponde en todo el país”, destacó.
Según señala Cardinali en un artículo titulado “Vida moderna y déficit de sueño” publicado por la UBA, los núcleos supraquiasmáticos contienen unos pocos miles de neuronas en el hombre, y tienen la propiedad de generar ritmos de 24 horas y controlar las oscilaciones genómicas de trillones de células del organismo, monopolizando tanto la información relevante originada en el medio ambiente, recibida a través del haz retino-hipotalámico, como aquella trasmitida por los sistemas endocrino y nervioso autónomo. Para el especialista, en estos mecanismos juega un rol preponderante la melatonina, producto de la glándula pineal, que desempeña la función de “código químico de la noche”.

Privarse de sueño no es gratuito

“En los últimos doscientos años, lo que significa sólo un instante en la escala de la evolución, hemos cambiado tan radicalmente nuestro medio ambiente que carecemos ya de un diseño fisiológico a la altura de las circunstancias. Puede afirmarse que nuestro cuerpo está diseñado para un mundo que ya no existe”, dijo Cardinali
Esta situación determina la dificultad manifiesta en programar el sueño y la vigilia, independientemente de la hora del día.
Hoy se sabe que los mecanismos del reloj biológico son genómicos y en los últimos años se ha avanzado mucho en la elucidación de las bases moleculares del reloj circadiano.
“Existen ritmos circadianos en la expresión de genes en todo el reino animal y vegetal y a cada nivel de organización, y hasta en los seres humanos podría decirse que estos genes hablan un <idioma común>”, señaló Cardinali en su artículo.
“Nuestro ciclo sueño-vigilia no está diseñado para adaptarse con rapidez a los cambios bruscos de horario”, señaló el investigador.
Las horas de sueño son de una importancia vital ya que ciertas funciones como la inmunidad celular predominan durante una de las etapas del sueño, la del sueño lento. “Todo lo que afecte al ciclo del sueño, ya sea porque el sueño ocurra a deshoras o bien por deprivación crónica de sueño constituye una causa común, y por lo general no tenida muy en cuenta, de mayor susceptibilidad a contraer enfermedades”, concluyó Golombek.




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