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Por Ana María Pertierra
Enfermedad de Alzheimer: cómo prevenirla
Lo que es benéfico para el corazón protege el cerebro. Una dieta saludable, actividad física regular y mantener una vida intelectual activa son las claves para ahuyentar el fantasma del deterioro cognitivo que viene con los años


Dr. Pablo Richly, neuropsiquiatra de INECO

La enfermedad de Alzheimer, tan temida porque parece estar al acecho para instalarse en la vejez, no debería ser el precio que hay que pagar por la longevidad. En efecto, los especialistas señalan que se puede demorar la aparición de síntomas que impacten en la vida funcional de un individuo cuidando el corazón y activando el cerebro. Como el proceso degenerativo de esta enfermedad que afecta las neuronas comienza entre 10 y 20 años antes de que se manifiesten los síntomas o se haga el diagnóstico, los neuropsiquiatras recalcan que cuidar la salud cardiovascular controlando los valores de presión arterial y de lípidos, consumiendo una dieta sana rica en frutas y verduras, y bajas en grasas y realizando actividad física de forma regular es una de las maneras de proteger el cerebro. La otra, mantener un vida intelectualmente activa para aumentar la reserva cognitiva que supla las neuronas dañadas.
En diálogo con
FABAINFORMA, el doctor Pablo Richly un especialista en neuropsiquiatría del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), comentó los últimos avances en el estudio de esta patología que afecta al cerebro anciano.
“Si bien la enfermedad no se puede evitar, con la prevención se pueden disminuir las chances de padecerla”, puntualizó Richly.
Esta afección neurodegenerativa cuyo primer síntoma es la pérdida de memoria es más frecuente en edades avanzadas.



“El factor de riesgo más importante para esta enfermedad es la edad. En individuos menores de 65 años, la enfermedad es rara. Sin embargo, en mayores de 65 años, pueden padecerla uno de cada 8 individuos y en mayores de 85 años casi la mitad de las personas”, sostuvo el especialista.
¿Qué rol juega la dieta en la prevención? No hay una receta mágica ni existen panaceas, sin embargo para Richly, alimentarse bien reduce el riesgo, es decir, consumir frutas, verduras, pescados, frutos secos, lácteos descremados, un dieta baja en grasas saturadas, ser moderado con el alcohol, es una dieta cardiocerebrosaludable. Además de no tener el hábito de fumar y hacer actividad física regular. “En general todo aquello que protege el corazón es bueno para el cerebro”. Y –añadió– los factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión, la hipercolesterolemia, la diabetes, obesidad y el sedentarismo aumentan las probabilidades de tener lesiones vasculares y éstas potencian el efecto negativo de la enfermedad de Alzheimer. “Las lesiones vasculares en el cerebro aumentan mucho las chances de padecer demencia”, enfatizó.
Pero esto no es todo. “Se sabe que cuanto más desarrollado el cerebro más resiste la enfermedad”, dijo Richly y –agregó– cuanto mayor nivel educativo, menos chances de tener demencia, pero más importante que la educación formal es la estimulación, es decir, cuánto más se hizo trabajar al cerebro mediante lecturas, viajes, películas, aprendizaje de idiomas y diversos intereses aun los recreativos mejor, porque eso produce que las neuronas se desarrollen y se conecten más y entonces se requiere enfermar mucho para que el cerebro falle.
“Lo estimulante para el cerebro es la novedad”, comenta Richly considerando que la vida rutinaria sin desafíos de situaciones nuevas juega en contra del cerebro.
Según el especialista, el estrés tiene un impacto negativo en la enfermedad, pero un factor de riesgo importante es la depresión.
“Las personas con depresión tardía tienen más chances de padecer demencia. Aunque algunos especialistas sugieren que la depresión (sensación de tristeza, pérdida de iniciativa, o dificultad para el goce que afecta la calidad de vida y que se extiende por un lapso de dos semanas o más) representa el síntoma inicial de la enfermedad, se sabe que los pacientes que han sufrido depresión después de los 45 a 50 años de edad tuvieron un gran impacto en el cerebro.



La enfermedad de Alzheimer es una patología en la que ciertas proteínas mal plegadas se agregan y depositan en las neuronas produciéndoles un daño funcional progresivo. En un primer momento, una proteína llamada amiloide beta forma agregados extracelulares en forma de placas seniles en las neuronas de los centros cerebrales responsables de la memoria reciente, impidiendo las reacciones que se producen en las sinapsis. Antes de que los síntomas justifiquen el diagnóstico de la enfermedad de Azheimer, la proteína tau se agrega y forma ovillos intracelulares que interfieren en las funciones de las neuronas. Esto conduce a la pérdida de neuronas colinérgicas en las áreas cerebrales relacionadas con el aprendizaje, la memoria, la función ejecutiva, el comportamiento y las respuestas emocionales.
Este proceso comienza 10 a 20 años antes que se manifiesten ciertos síntomas o que se haga el diagnóstico. El daño aumenta con el tiempo en el que se dan estadios intermedios que no comprometen en nada la vida del paciente y estadios más avanzados que pueden desembocar en demencia.

El peso de la genética

¿Todos estamos expuestos a sufrir Alzheimer? La respuesta es sí, si vamos a vivir muchos años.
¿Qué peso tiene la herencia? “La genética en este caso no es lo más relevante porque menos del 1% de los casos son de origen genético, aquellos de inicio muy joven entre los 30 y 40 años de edad”, señaló Richly.
En esos casos –agregó– los genes más asociados son los de la proteína precursora de amiloide beta y las presenilinas 1 y 2. Por otra parte, está el gen apoE4 que se considera un gen de riesgo. “Todos tenemos el gen apoE en sus tres isoformas apoE2, E3, y E4.Se ha demostrado que tener la variante E4 en un solo o en los dos alelos es un factor de riesgo para la enfermedad, como lo es la hipertensión, o la edad avanzada, pero no la produce”, aclaró.
Se sabe que la causa de la enfermedad se asocia con el depósito de placas de proteína beta amiloide y de ovillos de proteína tau, acumulaciones que con los años van dañando las sinapsis entre neuronas y sus funciones celulares. No obstante –puntualizó Richly– todavía no está claro si esos depósitos de proteínas son la real causa de la enfermedad.



Mientras las primeras neuronas afectadas son las cercanas al hipocampo, estructura cerebral relacionada con la memoria, luego se van comprometiendo regiones de los lóbulos temporal, frontal y occipital

Métodos de diagnóstico y tratamiento

“En la actualidad el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer está bastante limitado porque no contamos con ninguna herramienta que modifique la enfermedad, lo que se está usando es más paliativo que curativo”, dijo Richly.
Existen cuatro drogas aprobadas que han demostrado efectividad, tres de ellas son inhibidores de la acetilcolinesterasa (sustancias químicas que impiden la acción de la enzima que degrada la acetilcolina, un potente neurotransmisor): galantamina, donepezilo, y rivastigmina que se usan para el estadio inicial y moderado. Y la memantina que se usa como complemento de éstas últimas drogas en etapas moderadas a severas.
“Combinar las drogas disminuye los síntomas pero no detiene la enfermedad. Mejora la calidad de vida del paciente pero no aumenta la sobrevida”, explicó el especialista.
Por eso el objetivo no es curar la enfermedad sino retrasar la aparición de los síntomas. “Se estima que si se logra retrasar 5 años la enfermedad se reduciría a la mitad los pacientes con demencia”, enfatizó Richly.
Si bien el primer síntoma reconocible es la pérdida de memoria reciente o la dificultad para nombrar ciertas cosas, con la progresión de la enfermedad aparecen alteraciones de la conducta como apatía, depresión, agitación, insomnio, agresividad y hasta alucinaciones.
“En estos casos lo importante es el trabajo con un equipo multidisciplinario, la tarea del terapista ocupacional, neuropsicólogo, fonoaudiólogo, musicoterapeuta, entre otros, es tan o más importante que la del médico en el día a día del paciente”, comentó Richly.
El especialista señaló que “las actividades no verbales como la musicoterapia mejoran a nivel conductal. Mientras se pueda, es importante que el paciente haga trabajos grupales porque además de la estimulación del trabajo en sí tiene el plus de la interacción con otros”.
Se han desarrollado nuevos métodos diagnósticos no invasivos que han logrado ver in vivo, las lesiones neuronales aún sin síntomas característicos de la enfermedad. “Se trata de métodos por imágenes, una tomografía por emisión de positrones (PET) con el uso de un marcador, sustancia radioactiva que se une específicamente al amiloide”.
Otro método de detección precoz es el análisis de líquido cefalorraquídeo. “Este método de laboratorio permite medir los niveles de las proteínas tau y la fracción beta amiloide 52 que serían biomarcadores”. Sin embargo –aclaró Richly– estas pruebas todavía no se aplican a la clínica y están en etapas de investigación.

Envejecimiento poblacional

El aumento en la expectativa de vida de la población ha traído aparejado un creciente número casos de enfermedad de Alzheimer. Y esto es más notorio aún en los países en vías de desarrollo como la Argentina en la que se conoce que entre el 6 a 7% de la población mayor de 65 años de edad padece la enfermedad.


Esta situación no sólo constituye una preocupación sanitaria sino también económica. “Los países más desarrollados están invirtiendo mucho dinero subvencionando investigación pública para encontrar respuestas a la enfermedad porque el aumento de los costos de atención puede llevar a la quiebra a los sistemas de salud”, explicó Richly.
Por otro parte, hay que considerar además el lucro cesante del cuidador del enfermo que en el 80% de los casos es un familiar, o bien el costo en la contratación de personal especializado. “En estos casos, la medicación es el menor gasto”, dijo Richly.
Otro aspecto a considerar es el rol de la familia del paciente. “Es importante trabajar junto con la familia porque hay que estar atento al estrés del cuidador ya que el familiar también altera su calidad de vida”, puntualizó, sobre todo –aclaró– cuando es el esposo o a la esposa los que conviven con el enfermo. “No es lo mismo el impacto que sufre una persona mayor de 65 años (pareja del enfermo) que una persona joven (hijos)”.

 

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