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Institucionales

La salud del Bicentenario

Por Adolfo Sánchez de León
Médico. Especialista en Salud Pública

La Argentina del Bicentenario enfrenta enormes desafíos en el área salud. Para el 2020 se espera que alrededor del 20 % de los argentinos tengan más de 65 años, siendo este grupo más numeroso que el de los menores de 10. El hecho positivo que la gente viva más años impactará en el sistema sanitario y sus costos: se requerirán más servicios paliativos, para enfermedades crónicas y de geriatría. Según estimaciones, el 80 % de los gastos en salud pública en la segunda parte de la vida es para gente que se va a morir en menos de un año.
El marco hoy no es alentador: el 50 % de los argentinos tiene sobrepeso, entre el 34 y 40 % fuma, el 30 % es hipertenso y otro tanto tiene el colesterol alto. De continuar con esta tendencia se espera que en los próximos años se duplique la cantidad de personas con diabetes y aumenten considerablemente las enfermedades coronarias, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer de pulmón.
Cada vez tienen mayor importancia las enfermedades relacionadas con los problemas ambientales y de urbanización como intoxicaciones y accidentes viales, o la aparición de enfermedades transmisibles nuevas o reemergentes como la gripe A y el dengue.
Según la Organización Mundial de la Salud, en 20 años la depresión será la enfermedad que más padecerán los seres humanos convirtiéndose en el mayor problema de salud, superando en número al cáncer y los trastornos cardiovasculares. De acuerdo con la OMS, este trastorno será el mayor problema de salud para las sociedades, tanto económico como social, especialmente en los países en desarrollo en donde actualmente sólo se gasta menos de 2% de sus presupuestos nacionales en servicios de salud mental.
El problema es aún más complejo. Coexisten enfermedades características de países desarrollados con otras asociadas a la pobreza y el subdesarrollo. Hoy se muere un menor de un año por hora en nuestro país. De estas 9.300 muertes anuales, más del 50 % se podrían evitar según datos oficiales. La mortalidad materna es alta. Alrededor de 300 mujeres se mueren por año por causas asociadas al embarazo. Siguen habiendo unos 10.000 casos nuevos de tuberculosis por año. Se estima que hay unas dos millones de personas Chagásicas y aún no hemos podido disminuir su transmisión vectorial.
Estamos lejos de cumplir con los compromisos internacionales que asumimos en el año 2000 en Naciones Unidas cuando suscribimos los Objetivos del Milenio y nos comprometimos a disminuir la mortalidad infantil, la mortalidad materna, la incidencia de la tuberculosis y a eliminar la transmisión vectorial del Chagas.
Según datos de la Cepal, de un segundo lugar entre los países de América Latina en cuanto a Mortalidad Infantil y Esperanza de Vida al Nacer de la década de los 50 descendimos al quinto y séptimo lugar respectivamente.
También descendimos en el ranking del Índice de Desarrollo Humano que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Del puesto 34 de 177 países del mundo en el 2003 pasamos al puesto 49 en el último informe y de ser los primeros de América Latina a ser segundos detrás de Chile fundamentalmente por el enlentecimiento de nuestra Esperanza de Vida.
En paralelo, el desarrollo tecnológico continuará acelerándose en el mundo y traerá consigo no sólo nuevas presiones sobre los costos, sino elementos cualitativamente diferentes. La medicina y cirugía guiadas por la imagen y la robótica aplicada a estas permiten afrontar y descubrir nuevas patologías y tratar pacientes que antes eran difíciles de abordar. La miniaturización y la telemedicina permitirán realizar diagnósticos a distancia soportados por especialistas y transferir cuidados a lo largo de toda la cadena asistencial incluso hasta el domicilio del paciente. La irrupción de la biotecnología y la genética clínicas traerá consigo revoluciones en el tratamiento de ciertas enfermedades, aparición de nuevas vacunas y nuevas posibilidades terapéuticas para patologías hoy incurables. Además un nuevo perfil de enfermo se presentará, aquél que conoce su mapa de riesgo genético de enfermedades por anticipado, que tiene una mayor información por su acceso a Internet y que cada vez demanda más y mejor medicina.

La reforma del sector salud

Los países desarrollados que enfrentan desafíos similares han superado enfermedades asociadas con la pobreza y reformulado sus sistemas de salud. Incluso Estados Unidos, el único país desarrollado que no lo había hecho, ha aprobado una reforma a fin de darle cobertura a quienes no la tienen y bajar sus costos de atención médica.
Las enfermedades son una pesada carga para cualquier país. Reproducen pobreza, generan discapacidad, incrementan gastos de bolsillo y del presupuesto que podrían destinarse a otras áreas de desarrollo, incrementan también los costos laborales, generan sufrimiento y disminuyen la calidad de vida de las personas. Como contracara, un país saludable es una de las condiciones para el despegue económico y social y así lo entienden la mayoría de los países desarrollados.
En el plano local, el sistema de salud argentino tiene el enorme desafío de convivir con enfermedades propias de países en vías de desarrollo junto a aquellas asociadas al desarrollo en el marco de una transición demográfica y epidemiológica que se prolongará bastante en el tiempo. El desafío también pasará por disminuir la brecha de inequidad entre los que podrán acceder a una mejor medicina y a la tecnología de punta y los que no.
La característica de ser un sistema federal le agrega desafíos aún mayores para su coordinación. Se requiere de un Estado con gran capacidad de articulación y regulación. El modelo que se aspire debe partir por redefinir la relación Nación – Provincias y, en este sentido, debemos ser capaces de construir un Pacto Federal en Salud que ponga sobre el tape el tema del financiamiento como herramienta de relación entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales. Para esto se requiere un gran consenso nacional de los ciudadanos y decisores políticos.
Es tiempo de comenzar a plantear un cambio. Debemos transformar profundamente el sistema para eliminar los problemas crónicos, o al menos minimizarlos. El Bicentenario nos encuentra en una etapa de transición. Debemos encarar los viejos problemas y los futuros.
Deben volver las ideas de cambio, de reforma, de transformación del sistema de salud a las agendas de los decisores. Podemos pensar un futuro mucho mejor, con un sistema sanitario que facilite la inclusión social y que mejore la calidad de vida de nuestra gente.

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