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Bioquímicos argentinos - Por Ana María Pertierra
Descubren una bacteria antártica y descifran su genoma
La nueva especie aislada, Bizionia argentinesis, de la familia Flavobacteriaceae es un bacilo Gram negativo que pertenece al grupo de bacterias extremófilas adaptadas a vivir a muy bajas temperaturas. Fue un trabajo conjunto hecho entre un organismo estatal, el Instituto Antártico Argentino y Bio Sidus, una empresa nacional y privada especializada en biotecnología. El descubrimiento estratégico abre las puertas a futuras aplicaciones en distintos campos de la industria. Faba-Informa entrevistó al doctor Marcelo Criscuolo, bioquímico y director ejecutivo de Bio Sidus S.A.

Doctor Marcelo Criscuolo
Bioquímico y director ejecutivo de Bio Sidus

En un hecho inédito, como los que acostumbra a alcanzar la compañía biotecnológica nacional Bio Sidus, el proyecto denominado Genoma Blanco tuvo como objetivo estudiar la microflora del continente antártico con la ambición de encontrar algún germen no descripto y secuenciar su genoma. El resultado: después de 7 años de investigaciones lograron alcanzar las metas establecidas.
Con una visión estratégica, la decisión de encarar un estudio semejante apuntó hacia un concepto de soberanía. “Para poder reclamar la soberanía de un territorio hay que hacer ciencia y tecnología en el mismo”, enfatizó el doctor Marcelo Criscuolo, bioquímico que hasta hace no muchos años repartía su actividad entre los análisis clínicos y la investigación básica, y que hoy dirige la empresa nacional Bio Sidus líder en avances biotecnológicos tales como la producción de hormona de crecimiento e insulina humanas en la leche de vacas transgénicas.
Si bien en la Antártida hay especialistas en las bases militares haciendo estudios científicos hace muchos años, este emprendimiento cooperativo entre una entidad estatal y una empresa privada funcionó exitosamente y obtuvo muy buenos resultados.
Criscuolo contó a Faba-Informa que la idea surgió en 2001. Los directivos de la empresa Bio Sidus se pusieron en contacto con el personal que trabajaba en la Antártida y aprovechando la capacidad instalada en la zona y los viajes que hacía (hasta que se incendió el pasado año) anualmente el rompehielos Almirante Irizar, montaron un pequeño laboratorio en el buque y hasta instalaron un área de flujo laminar en la base militar Jubany. Así comenzaron con la recolección de las muestras y estudiaron más de 400 cepas distintas.
“La biodiversidad del continente antártico es tan impresionante como la de cualquier parte de nuestro territorio, pero distinta”, señaló Criscuolo.
“Cuando empezamos a estudiar la microflora del continente antártico vimos que había un grupo de bacterias, llamadas extremófilas, de las cuales las que están en la Antártida son psicrófilas o psicrofílicas, es decir estrictas o facultativas, que viven a temperaturas muy bajas de 2 a 5ºC”.
Luego de tomar muestras de agua en glaciares, y lagunas a distintas profundidades a lo largo de las campañas pudieron coleccionar unas 400 cepas, de las cuales la cuarta parte ya estaba estudiada. Sin embargo, intensificaron la búsqueda hasta que mediante pruebas bioquímicas llegaron a la caracterización de un género y una especie no descriptos hasta el momento. “En realidad, perdimos la carrera del género por unos meses, nos ganó un científico australiano. Pero aunque el género estaba recién descripto, la especie no”, confesó Criscuolo.
El especialista señaló que la importancia de este hallazgo es, fundamentalmente, estratégica. “Decidimos ponerle el nombre argentinensis por una cuestión de soberanía y porque consideramos que es un trabajo conjunto con un organismo oficial, que es de todos los argentinos”.
La descripción de la nueva cepa bacteriana fue enviada para su publicación al Journal of Systematic and Evolutionary Microbiology, revista científica donde se registran las nuevas entidades microbianas, y guardada en un banco de microorganismos en Alemania porque según Criscuolo, no existe en el país un banco de este tipo homologado internacionalmente, razón por la cual todas las células y bacterias con las que trabajan en Bio Sidus están depositadas en el exterior.
El siguiente paso fue secuenciar el genoma del nuevo bacilo, y al concretarlo lograron otro hito: determinar la secuencia completa del ADN de un microorganismo, situación que en el país no se había logrado hasta el presente. “Hicimos toda la secuencia, la chequeamos con 3,5 millones de pares de bases y la experiencia se repitió 35 veces para tener altos niveles de seguridad. Toda la información la pusimos en un CD que le entregamos simbólicamente a la presidenta de la nación como una forma de expresar que esa información pertenece a la humanidad”, sostuvo Criscuolo.
Satisfecho con los logros, el científico agregó: “Creo que se cumplieron los tres objetivos, la soberanía tecnológica, el descubrimiento, y el proyecto genoma, que hasta el momento no tenía nuestro país. Ahora la Argentina figura como un país que ha hecho una secuencia completa, y esto le da más prestigio a Bizionia argentinensis”.
Por otra parte, se ha consolidado un vínculo productivo. “Este proyecto demostró que se trabaja muy bien entre una empresa privada y el Estado. De ahora en más, ya formamos un equipo y vamos a tratar de encontrar algún tipo de tecnología aplicable sobre estas bacterias”, concluyó.

Enzimas que trabajan a bajas temperaturas

Esta nueva especie descubierta y las 400 cepas australes estudiadas tienen características muy especiales, y el interés puesto en este tipo de flora no radica en el organismo en sí mismo sino en sus enzimas. De allí que los científicos esperan encontrar una serie de aplicaciones biotecnológicas a la batería enzimática que compone el metabolismo de estas bacterias psicrófilas.
“Estas bacterias acostumbradas a vivir en esas condiciones de temperatura cuentan con un sistema enzimático que trabaja en frío. Los genes que codifican enzimas que trabajan en frío son muy interesantes porque pueden tener muchas aplicaciones”, comentó Criscuolo.
Según los especialistas, el aprovechamiento tecnológico de estos microorganismos adaptados al frío es ya una realidad cotidiana en el mercado mundial de las enzimas. Su elevada tasa de crecimiento en climas fríos y la eficiencia catalítica de sus enzimas en el rango de temperaturas entre 0ºC y 20 ºC ofrece singulares ventajas en procesos de catálisis biológica en escala industrial. Su aplicación sería muy novedosa en aquellas industrias cuyos procesos requieren bajas temperaturas para preservar la integridad del producto o exaltar sus cualidades, como sucede en la industria de los alimentos.
Otro campo de aplicación basado en el uso de lipasas y proteasas de organismos psicrófilos estaría relacionado con la fabricación de detergentes para lavados en frío, tratamiento de telas y cueros.
Los especialistas auguran futuras aplicaciones de productos derivados de microorganismos extremófilos tales como tratamientos de aguas y residuos industriales, tratamiento de suelos contaminados, bioabsorción de metales pesados o radioisótopos por medio de bacterias, entre otras.

 

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