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Fiscales del río Uruguay

El Comité de Redacción de Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana ha seleccionado este artículo publicado en EXACTAmente, Año 13 - Nº 38-Diciembre 2007, para su difusión a través de FABA-Informa



Por Susana Gallardo

sgallardo@de.fcen.uba.ar

La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA trabaja en la determinación del estado actual del río Uruguay y su entorno en los alrededores de la ciudad de Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos. El estudio permitirá corroborar si la actividad de la pastera Botnia contamina la zona. Un convenio firmado con el municipio de esa ciudad da marco a esta asistencia científica.
El sábado 17 de noviembre, en la sala del Consejo Deliberante de Gualeguaychú, el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, el doctor Jorge Aliaga y el intendente Daniel Irigoyen firmaron un convenio que le da marco a la colaboración científica que la Facultad viene realizando con la ciudad entrerriana.
Lo cierto es que, para iniciar una vigilancia de la posible contaminación que produzca la pastera Botnia, es imprescindible contar con la línea de base, es decir, con una "foto" de la situación ambiental antes del arranque de la planta, emplazada en la localidad de Fray Bentos, en la costa uruguaya. Si no se conoce la situación previa al funcionamiento, no se le puede atribuir responsabilidad.
Desde hace un año, varios equipos de investigación de la Facultad están abocados a la recolección y análisis de datos biológicos, geoquímicos y atmosféricos con el objetivo de establecer la línea de base.
"Hemos logrado generar información objetiva, para determinar si la planta contamina, y tendremos todos los elementos probatorios para el caso de tener que realizar un reclamo internacional ante la corte de La Haya", señala el doctor Héctor Ostera, profesor en Exactas, especialista en geoquímica isotópica y coordinador del proyecto.
La vida acuática bajo estudio
Uno de los estudios se centra en las comunidades planctónicas del río Uruguay, es decir, los pequeños organismos vegetales y animales que se encuentran en suspensión o nadan en el agua y que conforman los eslabones de la cadena alimentaria fundamental que sustenta a los peces.
"Junto con el fitoplancton y el zooplancton, estamos estudiando un conjunto de parámetros, como la temperatura, el pH, el oxígeno, los nutrientes, la demanda química de oxígeno, la transparencia, y la concentración de sólidos, entre otros, en un área del río Uruguay que va del kilómetro 70 hasta el 110", explica la doctora Irina Izaguirre, de la FCEyN.
Izaguirre, junto con las doctoras Inés O'Farrell, Haydée Pizarro, Alicia Vinocur y las especialistas en zooplancton Cristina Marinone y Soledad Fontanarrosa, realizaron, desde septiembre de 2006, cuatro muestreos estacionales en veinte sitios fijos, para cubrir un ciclo anual. La idea es contar con una "película", más que una foto, de lo que sucede en el río a lo largo del año, teniendo en cuenta los cambios de temperatura y las crecidas y bajantes del río.
Las comunidades acuáticas son sensores biológicos que van a registrar cualquier cambio que se produzca en el agua. Si hay contaminación, van a cambiar los grupos dominantes; puede llegar a proliferar alguna especie resistente que antes no estaba.
Las condiciones del río, en general, empeoran en verano, porque aumentan los nutrientes y también las algas tóxicas. En general, la proliferación de algas no es buena, porque hay especies tóxicas ya registradas, que pueden afectar el hígado y el sistema nervioso de los peces, e incluso pueden ser tóxicas para el ser humano.
Por otra parte, cuando hay una gran floración de algas en la superficie, puede faltar el oxígeno en la profundidad, porque las algas no dejan pasar la luz, y no hay fotosíntesis en las poblaciones vegetales del fondo. Esta falta de oxígeno es mortal para los sábalos, que constituyen una de las riquezas pesqueras del río Uruguay.

Qué pasa en el aire

Otro componente imprescindible de un estudio de base es el aire. En tal sentido, la doctora Inés Camilloni coordina un equipo que incluye investigadores y equipos de medición de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
"El estudio tiene tres etapas, la primera consiste en hacer un diagnóstico de la capacidad que tiene la atmósfera, en el área de Gualeguaychú, para diluir contaminantes. Se utiliza información meteorológica, provista por el Servicio Meteorológico Nacional, y nos permite saber si esta planta está ubicada en un lugar donde la atmósfera tiene una buena capacidad para dispersar y diluir los contaminantes, o si puede haber situaciones de riesgo ante emisiones de contaminantes", explica Camilloni.
En una segunda etapa se realiza el modelado de la dispersión de contaminantes que la empresa declara que va a emitir a la atmósfera. Los resultados de esa simulación se acoplan a un modelo regulatorio de dispersión de contaminantes de la Agencia de Protección Ambiental, de EEUU. "Con esos datos podemos estimar las concentraciones máximas de los distintos contaminantes que la empresa declara que va a emitir, y determinar las condiciones meteorológicas asociadas", detalla la investigadora.
En la tercera etapa, se midieron las condiciones actuales de calidad de aire antes de que entrara en operación la planta. Se hicieron mediciones en distintas localidades en función de las áreas con mayor población y de las direcciones predominantes del viento.
En la primera campaña, durante el mes de septiembre, los equipos midieron diferentes gases, como monóxido de carbono, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno, óxidos de nitrógeno, y también compuestos sulfurosos, que se vinculan a la diseminación de olores. La segunda campaña, que se inició en octubre, incluye también material particulado, con dos diámetros distintos.
Durante gran parte del año, los vientos soplan del noreste y, dada la posición de la planta, todo indica que habrá un arrastre de contaminantes hacia el sudoeste, en la Argentina. Por eso uno de los lugares de medición se encuentra al sur de Gualeguaychú; es la zona que podría verse más impactada por la acumulación de contaminantes debido a la dirección dominante de los vientos.
Los equipos fijos de medición, que requieren alimentación eléctrica y refrigeración continua, están ubicados en una casilla rodante. Las mediciones móviles se hacen a través de bolsas donde se acumula aire durante dos horas. Esas bolsas se conectan luego a los equipos continuos y se obtiene la información.
Cabe destacar que todas las mediciones y muestreos se ejecutan ante la presencia de un escribano. "Toda la información es registrada en actas, de forma de que sirva como constancia ante un eventual reclamo", asegura Camilloni.

La huella digital isotópica

Otro aspecto clave de una línea de base es la relación isotópica de diferentes componentes presentes en el aire, el agua y el suelo. Según explica Héctor Ostera, "la geoquímica isotópica forense trata de determinar las responsabilidades de eventuales episodios de contaminación sobre la base de las variaciones en la composición isotópica de un conjunto de elementos, la cual les confiere una huella digital característica".
Por ejemplo, se analiza la relación existente entre los isótopos de diferentes elementos, como el carbono, el nitrógeno, el cloro, el azufre y el plomo, entre otros. Estas variaciones determinan una huella digital única y característica, por ejemplo, del humo o los efluentes que produce una planta determinada. Por ello, este dato sirve para monitorear las emisiones a la atmósfera y los efluentes que emite una industria.
Las emisiones que genera la combustión de partículas de azufre tienen una relación isotópica, que se mide respecto de un estándar. Las que provienen de la quema de combustibles fósiles, por ejemplo, tienen un valor diferente de las asociadas a otras fuentes naturales. Por ejemplo, las emisiones de las centrales termoeléctricas de Puerto Nuevo tienen una huella digital diferente de las que aporta el tránsito vehicular.
En cuanto a los efluentes que provengan de la pastera, se supone que éstos tendrán mayor concentración de cloruros y de nitratos. "Para decir si éstos son realmente de la planta o son naturales, hay que medir la composición isotópica", subraya Ostera y concluye: "Este trabajo debía hacerse, y ahora contamos con datos concretos"

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