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BIOSEGA
Prog. de Bioseguridad,Seguridad en Instit. de Salud y Gestión Ambiental.
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Por Horacio Micucci
Medio ambiente y política ambiental ¿proyecto y gestión o sólo gestión?

“Lo esencial es invisible a los ojos”.
Antoine de Saint-Exupéry. (1943)


“No debemos lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos... Todo nos recuerda a cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a la manera como un conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que todo nuestro dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad de conocer sus leyes y saber aplicarlas”
Federico Engels. (1876)


“El ser más amenazado de la naturaleza no es el oso panda de China
ni las ballenas: son los pobres del mundo”

Leonardo Boff (1996)

El hombre y el medio ambiente
La ecología estudia las interacciones que establecen los organismos vivos unos con otros y con su ambiente físico. El ambiente, para nosotros los humanos, son las otras especies y el medio físico que nos rodea. En
ese ambiente vivimos y de él obtenemos los recursos naturales que, sin modificación o con ellas, nos permiten producir todo aquello que, como sociedad, necesitamos.
La ciencia ecológica estudia las leyes que rigen las interacciones anteriores, para descubrirlas y, al hacerlo, dominarlas con el objeto de lograr que la interacción humana con el ambiente sea favorable para el conjunto de la humanidad, perdurable en el tiempo y capaz de prever y evitar (o limitar en lo posible) toda acción perjudicial presente o futura..
La interacción de los humanos con el medio puede ser conservativa de elementos favorables a corto y a largo plazo y beneficiosa para las presentes
y futuras generaciones o viceversa.
A veces puede beneficiar a unos pocos y perjudicar a la mayoría. Puede ser beneficiosa a corto plazo pero producir graves trastornos en el futuro.
Desde el punto de vista del interés argentino, proteger nuestro ambiente
y sus características favorables para la inmensa mayoría de la población y no para unos pocos, es parte de la defensa del patrimonio nacional, que incluye la defensa de nuestras aguas, tierras y aire y las mujeres y hombres que habitan en Argentina, de toda acción depredatoria.

La Política Ambiental
Si definimos a la política como la ciencia (destinada a investigar causas
y efectos, para descubrir leyes que rigen los fenómenos y dominarlos)
y el arte (no como hecho estético sino como oficio o capacidad de poner en ejecución un plan y controlar su cumplimiento) para hacer posible lo necesario, inmediatamente llegaremos a la “gran política”, la que es capaz
de encarar cambios y controlar su ejecución. Habrá entonces una política capaz de definir el Proyecto Nacional que haga posible la necesaria satisfacción de los requerimientos de la mayoría social. Esa gran política
se compondrá de elementos parciales: la política industrial, la política agraria, la política educacional y la científico-técnica, la política sanitaria y, también,
la política ambiental. Estas “Políticas Parciales”, como partes de un todo, deberían ser confluyentes en la “Política General”. Esta concepción de la política muestra dos componentes claves:

1. es investigación de leyes que rigen fenómenos (ciencia) y es capacidad de “llevar a cabo” (oficio, arte, gestión). Es decir comprende proyecto y ejecución del mismo.

2. Es “hacer posible lo necesario”, es decir, proyectar lo que la población necesita para hacerlo realidad. En tal sentido es capaz de encarar cambios. Se propone hacer los cambios necesarios.

Desde ya, esta concepción no es la predominante. Hoy predomina la idea de “Política como arte de lo posible”. Incapaz de realizar cambios simplemente porque se cede ante la realidad (injusta, insatisfactoria) y a determinados intereses como imposibles de afectar. Se comprenderá que, con esta visión, en 1806 y 1807 nadie se hubiera atrevido a enfrentar a las Invasiones Inglesas. El 25 de mayo de 1810 no hubiera habido Primera Junta y el 9 de julio de 1816 (en un mundo al que Beethoven describía diciendo “no se ve ninguna luz en ninguna parte” por la derrota de los movimientos revolucionarios europeos) era una locura declarar la “Independencia de toda dominación extranjera”. Obviamente seguiríamos en el esclavismo o en el feudalismo, no hubiera habido Revolución Francesa, etc. etc. Esta concepción hoy predominante es para la “política nacional” y también para las “políticas parciales”. La “política de lo posible” lleva a pensar que nada se puede modificar. Lo que es inmutable sólo se puede administrar, gerenciar, gestionar. Surgirá así una hipertrofia de la gestión. La política ambiental (que incluye Proyecto y Gestión con mayúscula) se reduce sólo a gestión ambiental (con minúscula).
Hoy, en la cuestión ambiental (y también en otras áreas) se concibe a la política sólo como administración de lo que está y no se puede modificar. Ya no se buscan estadistas sino gerentes y administradores. Ya no se busca a hombres como Belgrano, probablemente uno de los más destacados economistas argentinos, abogado y político que empezó su carrera rico y murió en la más extrema pobreza y militar por las necesidades de la Revolución. Se buscan sólo administradores de lo incambiable (¿o para que no haya cambios?). Una buena administración de un club puede ser antecedente suficiente para administrar la Nación. Ya no hay ciencia para descubrir leyes y producir cambios. Y el arte como oficio se reduce a la habilidad discursiva, a la capacidad de engaño o a la “muñeca” del político, según el nivel de degradación alcanzado.

La Gestión Ambiental

Pero vayamos a la verdadera Gestión Ambiental.
Lograr un manejo del medio que nos rodea en el sentido indicado o proyectado por las necesidades de la población presupone una Gestión Ambiental correspondiente. Esta Gestión, en orden de importancia, comprenderá:

> Una producción de bienes y servicios no depredatoria, conservativa y sustentable. En ese sentido la radicación de industrias contaminantes (caso Gualeguaychú), la deforestación indiscriminada y sin estudios previos de impactos indeseables, el monocultivo (de soja en Argentina o de eucaliptus en Uruguay, extendiéndose al litoral argentino), la explotación minera contaminante, etc. producirán tarde o temprano contaminación de las aguas, el aire, la tierra, desertificación o inundaciones incontrolables, etc. con su consecuente perjuicio social principalmente contra los sectores más desprotegidos. Medite el lector ¿Cuánto de lo ocurrido en Tartagal o las inundaciones o sequías del Norte es consecuencia evitable?. ¿Y cuánto de la contaminación de la cuenca Matanza-Riachuelo?. Es más: ¿la contaminación del Riachuelo, en esencia, se resuelve con actitudes individuales o con políticas efectivas?.
> Un consumo coherente con lo anterior que se base en una mayor proporción de bienes durables y no descartables y que evite el exceso de consumo de materiales no reciclables o no biodegradables, por ejemplo: evitar bolsas y envases plásticos reemplazables por otros o disminuir la producción centrada en el uso de combustibles fósiles contaminantes.
> Un manejo de desechos de producción y consumo que no sea contaminante para las personas y el medio. Promoción del reciclado,
el reuso y un procesamiento final no contaminante. Esto a su vez implica
más producción de bienes durables y no descartables y volvemos al principio.
Es decir, hay una unidad, una relación entre las esferas productivas, de distribución y de consumo. Quien plantea sólo el reciclado olvida la esfera productiva y distributiva. Y en la decisión de qué y cómo se produce hay decisiones de política ambiental. A veces los costos aumentarán pero se evitarán otros costos en la forma de males sociales, viviendas destruidas, enfermedades evitables, etc.
El uso de envases de lata de aluminio o plásticos para gaseosas y cervezas significa un descenso de los costos para las empresas productoras que transportan más líquidos con menos peso de envase. Pero, meditémoslo, ¿es una disminución de costos o es transferencia de costos a la sociedad en la forma de desechos plásticos o de aluminio, de larga vida unos o que obstruyen desagües otros?.

¿Responsabilidad social o individual?
Sigamos con el ejemplo del envase. ¿Cuál es la forma más racional de resolver esa transferencia del problema de la lata de gaseosa a la sociedad?. ¿El afiche de propaganda que se puede leer en los trenes, con la imagen de una lata de gaseosa y que dice en su texto “hacete cargo”, en vagones donde ni siquiera hay un recipiente para desperdicios? ¿No es ahora el Estado el que transfiere su responsabilidad al individuo (y el hilo se corta por lo más delgado)?
¿No sería más racional (y efectivo) que el Estado fijara políticas de producción, políticas industriales engarzadas con una política ambiental?.
Pero para eso hace falta definir lo necesario, proyectar cambios, y perjudicar intereses económicamente fuertes aunque socialmente minoritarios. Hace falta hacer posible lo necesario. Proyectarlo y llevarlo a cabo.
Los anteriores componentes de la Gestión Ambiental son responsabilidad del Estado y los gobiernos, que deberán regularlos.
Lo planteado no es contradictorio con la educación individual de las personas en una actitud ambiental favorable al conjunto social.
Esa educación no deberá ser el discurso culpabilizante para el individuo de menor poder decisorio (ese “¡Hacete cargo!” del afiche mencionado). Deberá tener, por el contrario, dos elementos fundamentales:

1. Educar a la población en su derecho de requerir a los gobiernos y al Estado una política ambiental adecuada, aprovechando la potencialidad social de tal reclamo, de lo cual Gualeguaychú es una muestra.
2. Educar en no realizar actos contrarios a lo manifestado más arriba, es decir no contaminar individualmente. Y esto es sólo posible si el mensaje emitido no contradice lo que los individuos perciben diariamente en los actos y la política de los dirigentes.
Lo descripto más arriba no significa contraponer falsamente ecología y desarrollo tecnológico. Hay tecnologías destructoras de las condiciones de vida de la especie humana y tecnologías favorables al desarrollo colectivo de los hombres (y el Homo sapiens sólo existe en sociedad).

La FBA y la Política ambiental
La Fundación Bioquímica Argentina está comprometida en una Política Ambiental favorable. Sus programas promueven una producción,
un consumo y una eliminación de desechos consecuente con lo anterior.
En el plano de la salud como servicio (y la bioquímica clínica es un servicio
Ç de salud) promueve una gestión segura del material biológico para beneficio de los pacientes, de quienes trabajan en salud y del ambiente
que rodea a los establecimientos sanitarios porque procedimientos
seguros del personal son procedimientos seguros para los pacientes.
Y eliminación segura de los residuos biopatogénicos es protección del ambiente y las personas que viven él.
Desde ya una Política de Manejo de Residuos Biopatogénicos es parte
de una Política de Bioseguridad, y ésta de una Política Sanitaria donde
las condiciones de labor e ingresos de los que trabajan en él
son parte insoslayable.

Bibliografía

> Boff, L. La ecología como nuevo espacio de lo sagrado. En Ecología solidaria.
Madrid: Editorial Trotta; 1996

> Brailovsky, A. Historia ecológica de Iberoamérica. De los Mayas al Quijote.
Buenos Aires: Ediciones Kaicron; 2006.

> Micucci, H. Las papeleras de Fray Bentos: Nada menos que un problema ambiental. Sección Programa de Bioseguridad, Seguridad en Instituciones de Salud y Gestión Ambiental. Periódico FABA Informa. Órgano de la Federación Bioquímica de la Pcia.
de Bs. As. Nº 401; Febrero de 2006.

> Micucci, H. Sólo los pueblos resolverán los problemas de los pueblos. Revista
La Marea Nº 26; 2006.

> Sacristán, M. Entrevistas con naturaleza. En: Pacifismo, ecología
y política alternativa. Barcelona: Editorial Icaria; 1987.

> Vázquez Montalbán, M. Panfleto desde el planeta de los simios. Barcelona:
Editorial Crítica; 1995.

> Vega Cantor, R. El caos planetario. Buenos Aires: Editorial Antídoto; 1999.




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gameta masculina


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