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Identificación de especies tóxicas:
porCecilia Draghi| /cdraghi@de.fcen.uba.ar

En el reino de los hongos
El Comité de Redacción de Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana ha seleccionado este artículo publicado en la Revista EXACTAmente, n.º 40, septiembre 2008, para su difusión a través de FABA Informa Diminutos y, muchas veces, invisibles al ojo humano, los hongos conviven a diario con el hombre. Mejor dicho, estamos rodeados por ellos. Todas las ventajas y desventajas de una relación compleja.



"No pasa un minuto de la vida del hombre que no esté relacionado con los hongos", aseguran desde el Laboratorio de Micología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de UBA. Estos seres están en todos lados: en los dedos de los pies, en el pelo con la caspa, en las mucosas protegiendo la entrada de microorganismos dañinos, o, a veces, en algunos órganos como el pulmón y causan gravísimas enfermedades. Otro tanto ocurre en las plantas, algunos hongos las atacan y otros, por el contrario, las defienden de las plagas. Casi a diario se hallan presentes en la mesa cotidiana, porque se usan para fabricar quesos, pan, vinos o cerveza; o directamente en un plato, como en el clásico lomo al champiñón. También remedian el ambiente, pues se los emplea para eliminar hidrocarburos o tóxicos industriales.
Casi resulta imposible no toparse con ellos. "Después de los insectos, los hongos son los que muestran mayor cantidad de especies en el mundo. Existen alrededor de 1,5 a 1,8 millones, de los que sólo se conocen 80 mil", precisa el doctor Daniel Cabral, profesor de la FCEyN e investigador del Conicet. Muchos son de tamaño diminuto, hasta microscópico. Pero también están aquellos que resulta imposible no ver. "Hay hongos de sombrero de un metro de diámetro. Son casos raros", precisa el especialista, desde la Ciudad Universitaria.
Los hongos, como protagonistas, han acaparado varios capítulos de la historia universal. Es que a mediados de 1840, uno de ellos acabó con los cultivos de papa en Irlanda, y también con parte de la población, que descendió considerablemente. "Al menos un millón de habitantes murieron por inanición y enfermedades; y un millón y medio de los que encontraron la forma de abandonar la isla, emigraron principalmente a los Estados Unidos y Canadá", indica G. Schumann en su libro "Plant diseases: their biology and social impact".
¿Por qué los ingleses toman té y no café? Una de sus colonias, la isla de Ceylan, hoy sinónimo del té, fue, sin embargo, conocida en el pasado por sus cafetales, pero como estas plantaciones fueron apestadas por un hongo, entonces debieron cambiar de cultivo.
"Los famosos juicios a las brujas de Salem, en 1692, en Estados Unidos, también se relacionan con unos hongos habituales en el centeno, que producen intoxicación y causan alucinaciones, que eran calificadas de brujerías. El pan de centeno era el alimento básico de las clases más humildes", relata, en base a testimonios históricos, la doctora Silvia Edith López, del mismo laboratorio. De hecho, así como el centeno, si no está bien almacenado, puede ser dañado por las toxinas de un hongo, lo mismo ocurre en otros numerosos alimentos, desde cereales, frutas, verduras, lácteos y hasta la carne, que pueden ser atacados en el campo, en el transporte o en el almacenamiento.
"Entre el 5 y el 10% de la producción mundial de alimentos se ve afectada por este problema, cifra que coincide con apreciaciones realizadas por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación)", destacan los doctores Cabral y Graciela Vaamonde, del Laboratorio de Microbiología de Alimentos de la misma casa de estudios.
Por este motivo, numerosas investigaciones enfocan este problema. "Nosotros analizamos muestras de granos de silos o de alimentos elaborados, para detectar toxinas provocada por hongos, que en caso de acumularse en el hígado u otras partes del cuerpo del hombre y de los animales pueden, con posterioridad, producir tumores o cáncer, según estudios realizados", indica el doctor Cabral.
Si bien en cualquier etapa de la producción de alimentos, los hongos pueden fermentar, decolorar, desintegrar o acidificar, -en otras palabras, alterar- los nutrientes hasta tornarlos inadecuados para el consumo-; en otras ocasiones, resultan más que beneficiosos, como ocurre en la región pampeana de la Argentina donde hallaron una sociedad natural con pastos nativos, como Bromus auleticus. "Con los hongos (Neotyphodium), las plantas crecen más, muestran más resistencia a la sequía y a los insectos, e incrementan la producción de semillas, su germinación y la capacidad de rebrote", enumera el biólogo Cabral, junto con los doctores Leopoldo Iannone y Victoria Novas. Por su parte, los pastos le aportan nutrientes, como los hidratos de carbono, que no pueden ser producidos por el hongo.
Lejos de esta mutua colaboración o mutualismo, este mismo hongo combinado con otras especies como Festuca arundinacea o festuca alta muestra casos menos afortunados. Es que estos seres diminutos producen alcaloides, tóxicos cuando son ingeridos por el ganado a los que les puede producir "festucosis", un trastorno característico por la pérdida de apetito, de producción de leche y fertilidad, entre otros.

Salsa letal
¿Qué aceleró el ascenso de Nerón en Roma? Amanita phalloides puede ser la respuesta. Es que unos gramos de este hongo letal parecen haber acabado con uno de los hombres más poderosos del Imperio Romano. "Claudio César, el antecesor de Nerón en el trono, era muy afecto a consumir hongos, y al parecer, su esposa Agripina mezcló entre los comestibles uno mortal, Amanita phalloides, y murió envenenado", comenta la doctora López.
Hoy, dos mil años después, este hongo sigue cobrándose víctimas. En 2008, falleció una mujer en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora. "Se presume que se debió a una de las especies más tóxicas y mortales, Amanita phalloides, que brota de febrero a junio, porque es una época en que se combinan días fríos y cálidos, y esto favorece la propagación", indica Cabral, a cargo del Servicio de Identificación de Hongos Tóxicos de esta facultad (Ver recuadro "¿A dónde...?"). A diferencia de otros hongos, que a poco de comerlos producen malestar estomacal, vómitos y diarrea, éstos causan síntomas a más largo plazo, entre 10 a 12 horas. "Luego, la persona registra una mejoría, lo cual confunde más el cuadro, pero finalmente muere", subraya.
Por cierto, no es el único. En la Región Pampeana, Buenos Aires y sus cercanías, se conocen alrededor de 25 especies de hongos venenosos. "El que produce el mayor número de intoxicaciones es Chlorophyllum molibdites, conocido como hongo sombrilla. Es muy similar a uno que es muy rico y comestible. Si bien no es mortal, provoca trastornos gastrointestinales que pueden deshidratar a las personas mayores de edad, quienes –en general- acostumbran a recolectarlos y cocinarlos", ejemplifica.
En el parque Pereyra Iraola, en Ezeiza y San Miguel del Monte los peligrosos crecen mezclados junto con los comestibles. "Si no se los sabe identificar, mejor no recogerlos", advierte, a la vez que descarta falsas creencias: "Un mito señala que cuando se cocinan los hongos debe colocarse un anillo o cadena de plata, que si se oscurece es porque es tóxico. Esto es incorrecto".


Árboles porteños

En ocasiones, los hongos son indicadores del estado de salud de los árboles, y sirven para calcular la probabilidad de su caída. Por este motivo, una muestra representativa de los 35 mil plátanos porteños fue puesta bajo el microscopio. "Los hongos xilófagos, que se alimentan de la madera, constituyen un peligro silencioso, porque atacan el fuste (tronco), las ramas o las raíces del árbol, y sólo se observan a simple vista cuando ya es demasiado tarde. La idea es adelantarse mediante estudios de laboratorio para determinar si constituyen o no un objeto de riesgo para la ciudad", señala la doctora López, a cargo de esta investigación en colaboración con Carolina Robles y con el acuerdo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

¿A dónde recurrir?
Si luego de comer hongos aparecen malestares gastrointestinales, no dude en consultar al médico y llevar muestras de la comida que quedó, así como evidencias de la descompostura, "vómito o defecación". También conviene observar si donde se recolectaron los hongos existen otros para su análisis. Si es así, "escarbe con un cuchillo para sacar entera la base del hongo, dado que muestra ciertas características esenciales para determinar si es o no tóxico. Una vez extraído, colocarlo en una bolsa de polietileno o papel y mantenerlo en la heladera hasta ser llevado a analizar", aconseja el doctor Daniel Cabral, desde el Servicio de Identificación de Hongos Tóxicos (FCEN-UBA) que funciona durante las 24 horas y de modo gratuito a toda la comunidad. ¿Cómo comunicarse? De lunes a viernes al 4787-2706 o al conmutador 4576-3300 interno 419. Los fines de semana, al 4576-3324.

El Microcentro, un área residencial típica (Zona Norte) y un área residencial con talleres e industrias (Zona Sur) fueron los sitios elegidos para tomar muestras. "En cualquier ciudad, los árboles están fuera de su ámbito natural, y en desventaja. Las veredas lo aprisionan, sus raíces se topan con caños o escombros y sufren la contaminación. Estas situaciones de estrés los hacen susceptibles al ataque de hongos como los xilófagos", indica López. Los primeros resultados del estudio sorprendieron. "Suponíamos que en el Microcentro estarían más deteriorados que en las zonas residenciales, y es al revés", precisa.
Se detectaron y analizaron siete especies distintas de hongos xilófagos. Una de ellas, en tres meses degradó la madera a punto tal que redujo en un 24% su peso. Cuando se termine de procesar la información, se tendrá un panorama detallado de los plátanos porteños, que después de los fresnos son los ejemplares más plantados en la ciudad. Con estos datos "se intenta conocer el promedio de expectativa de vida de los árboles enfermos para contribuir a un programa de gestión del arbolado público", anticipa.


Poderoso el chiquitín  
A unos pasos del lugar de trabajo de la doctora López, se encuentra el Laboratorio de Micología Experimental donde se estudian los hongos xilófagos desde otra perspectiva: la de biorremediación, es decir, la degradación de compuestos altamente tóxicos, como las tinturas industriales, el cancerígeno PCB -que se emplea en los transformadores eléctricos-, o los hidrocarburos aromáticos policíclicos y contaminantes que se generan en la industria del papel. Ya han obtenido resultados.
"En nuestro laboratorio, un aislamiento nacional de Trametes trogii ha sido capaz de degradar casi completamente mezclas de PCBs y de hidrocarburos aromáticos policíclicos, y un amplio rango de tinturas industriales", aseguraron las doctoras Flavia Forchiassin y Laura Levin.
Desde hace más de diez años, este equipo estudia los hongos nativos para darles aplicaciones biotecnológicas. Es una apuesta fuerte a disminuir el daño de productos contaminantes generados por el hombre, con recursos naturales y accesibles. "Lo bueno de trabajar con hongos es que crecen fácilmente, sobre cualquier sustrato vegetal, de modo que también resulta muy barato cultivarlos", especifica Forchiassin, al tiempo que advierte que, tras los exitosos resultados en PCB, "hasta ahora los ensayos se hicieron a escala laboratorio, falta llevarlos a una escala real". Por cierto, ese paso lo pueden hacer junto con los interesados particulares.
"Estamos tratando de buscar modos más amigables ecológicamente para lograr, con el uso de hongos, una disminución de productos químicos contaminantes en el proceso de producción de la industria papelera", puntualiza Levin. Por otra parte, en las tinturas industriales han hallado que Coriolus versicolar var: antarticus posee una muy buena capacidad decolorante, "En una hora, cultivos enteros degradan y detoxifican una variedad de colorantes", coinciden en señalar. Rodeados por estos diminutos seres que han acabado con millones de vidas, y salvado otras tantas, como el Penicillium que permitió crear el primer antibiótico, la penicilina, los hongos acaparan la atención de los científicos interesados en descifrar su mundo.



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