Myrta Toffoli reconoce que en la pintura encuentra “una paz muy particular”, una forma de sobrellevar mejor las exigencias profesionales. Admite la influencia de los paisajes jujeños de su adolescencia como motivación para esta tarea creadora y se define como una amante de todo tipo de artesanías
Ciudad oculta
Nacida en San Salvador de Jujuy, a los 20 años se instaló en la ciudad de La Plata para iniciar sus estudios universitarios. Cursó y culminó dos carreras, primero se recibió de farmacéutica y unos años más tarde de bioquímica, profesiones que ejerció en el ámbito público y privado. Como bioquímica trabajó en el Laboratorio del Hospital de Agudos San Martín de La Plata y desde el año 1972 desarrolló su actividad de forma privada en su laboratorio particular. También se desempeñó en la docencia como profesora titular de la cátedra de Farmacotecnia en la Facultad de Ciencias Exactas.
Actualmente, jubilada de su actividad profesional, integra la comisión de actividades sociales y culturales del Centro de Bioquímicos Distrito I.
“Yo empecé a pintar en la adolescencia. En el colegio secundario tuve una muy buena profesora de pintura y ella, que me habrá visto alguna condición, me estimuló para que tomara clases”, cuenta. Aprendió las primeras técnicas con un pintor jujeño.
La espera.
El paisaje norteño dejó su influencia a la hora de crear. “El paisaje te sorprende a cada minuto. Das vuelta una curva y tenés un cuadro y mirás para otro lado y tenés otro. Estás rodeado de colores, y de luz”.
Por esas épocas obtuvo los primeros premios. Después ya en La Plata, vinieron las obligaciones. “Cuando vine a La Plata, la vida se me complicó porque entre los estudios, después formé una familia, las exigencias del trabajo y la llegada de los hijos, esa actividad artística quedó relegada. Prácticamente no pinté por muchos años”. Sin embargo, representó para ella un descanso de las tensiones del día. “ Ante las exigencias de la profesión bioquímica, la responsabilidad de los resultados, el estrés cotidiano, yo me pacificaba por dentro dedicándome a la pintura, porque para pintar hay que estar atento, y entonces se logra despejar la cabeza de otras preocupaciones”.
Myrta fue elaborando una la lista de cosas para hacer cuando llegara el momento de la jubilación, y por supuesto que en ella estaba la de retomar los pinceles y los acrílicos. Ha vuelto a las clases de pintura pero se sabe un espíritu libre que no admite condicionamientos. “Aunque las clases me sirven para desarrollar la técnica no me gusta la influencia del profesor en la elección de los temas o de los colores. Me gusta la libertad, se podría decir que en ese sentido soy algo rebelde”, señaló.
Muerte y vida
Su ambición no está puesta en las grandes exhibiciones, sin embargo ha participado en un concurso de artistas plásticos de la provincia de Buenos Aires, y en una exposición de pinturas en el Centro de Bioquímicos, distrito I. “Para mí esta actividad artística es como una especie de hobby; las veces que me presenté tuve suerte de que me premiaran”.
Consultada por Faba-Informa acerca de sus técnicas preferidas dijo que fundamentalmente usa la técnica de pintura al acrílico en obras de arte figurativo y no figurativo. “El acrílico me resulta una técnica noble, es más fácil para trabajar”, señaló y si bien también ha usado acuarelas, reconoce que es una técnica más delicada, que requiere más cuidados. Del mismo modo señaló que “el óleo es más complicado porque tarda mucho en secar, y la témpera también es una buena técnica pero no quedan los trabajos tan prolijos como con el acrílico”.
Simplemente una flor
Amante de todo tipo de artesanías, también se dedicó al tallado en madera.
“El trabajo en madera siempre me gustó, asi que me enseñaron los primeras herramientas de la técnica y me puse a hacerlo”, comentó.
Toffoli considera a la pintura como una actividad creativa que le permite ciertas libertades y es más, sostiene que “es un trabajo que yo recomendaría como una forma de encontrar serenidad ante los problemas cotidianos”.
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