Fundación Bioquímica Argentina

La bioseguridad ante las nuevas
y viejas amenazas infecciosas


Autor: Horacio Alejandro Micucci



Hace siglos, el filósofo griego Heráclito dijo: “Quien no espere lo inesperado, no será capaz de detectarlo”. Las amenazas de agentes infecciosos de difusión nacional y universal nos obligan a repensar la bioseguridad para saber si se está previendo lo posible y aún lo inesperado para proveer lo necesario.
Estamos habituados a considerar a la Bioseguridad, en su forma más simple, que consiste en el análisis del accidente con material biológico para dictar normas, desarrollar procedimientos o promover el uso de instrumentos que permitan evitarlo. (1)
Pero la bioseguridad es una disciplina preventiva y constituye una verdadera epidemiología del accidente ocurrido en el manejo del material mencionado. Esta concepción permite advertir que el que se accidenta no es un trabajador de la salud en general, sino que debemos analizar qué tareas realiza, las condiciones en que trabaja (espacio y tiempo), si dispone o no de material de protección adecuado, si lo usa o no y los respectivos porqué. Muchas veces aparecerán motivos aparentemente alejados del hecho: deficiencias presupuestarias que no permiten la adquisición de elementos protectores adecuados, excesivas horas de trabajo con la consiguiente pérdida de atención, estructuras edilicias impropias, salarios con horarios de trabajo no extenuantes, falta de capacitación permanente, etc.
Un operador de material biológico que deba trabajar excesivas horas estará siendo empujado a realizar actos inseguros en su labor que lo conducirán al accidente. Si su salario es insuficiente, estará obligado a trabajar más horas en otros trabajos, lo que también lo llevará al cansancio y consecuentes actos inseguros en la manipulación de material de riesgo. (2) (3) (4)
Si se habla seriamente de bioseguridad y existe la voluntad de desarrollarla, deben considerarse presupuestos adecuados, ingresos dignos y horarios acordes con una labor de riesgo. El Estado debe establecer planes nacionales de bioseguridad que también incluyan estos temas. Los reiterados ajustes presupuestarios a menudo llevan a restringir fondos destinados a los aspectos enunciados
Existen hoy condiciones de trabajo que no deben ser admitidas. La responsabilidad de los organismos oficiales de control es inexcusable. Y la del Estado es mayor cuando se observa que muchas de las violaciones de las normas de bioseguridad, incluidas las condiciones de trabajo, se producen, también, en establecimientos de su dependencia.
Ya no basta con discursos sobre el tema. Debe haber hechos. Algunos de los peligros de que se habla en nuestros días exigen tomar medidas ya mismo si no se quiere correr riesgos de los que nos lamentaremos después.
La situación exige prever los riesgos, y capacidad previa para detectarlos, para proveer lo necesario en el momento oportuno.
Cabe la pregunta ¿Tenemos formas de labor y estructuras edilicias ajustadas tanto a las necesidades habituales como a las posibles emergencias?.
La respuesta es no.
Una acción correcta ante la presencia de agentes exóticos exige, entre otras cosas, tener suficientes establecimientos de niveles de bioseguridad 3 y 4. Es sabido que es escaso el número de los primeros e inexistentes los segundos. Tampoco existe un organismo nacional que determine las características que deben tener cada uno de ellos y su acción ante cada contingencia y más aún que los supervise de manera continua
Pero hasta aquí nos estamos refiriendo a la forma más simple de la bioseguridad. La del trabajo con material biológico.
Los peligros de agentes infecciosos de los que se habla en nuestros días, la extensión de su amenaza y los ominosos pronósticos que se anuncian en cuanto a su costo en vidas, más allá de los impactos económicos, nos obligan a pensar en la necesidad de la existencia de dichos establecimientos en un número suficiente. Esto es: que existan varios de ellos en cada una de las distintas provincias que componen la República Argentina. Son necesarios, además, establecimientos asistenciales de adecuadas características y de distintos niveles de complejidad, en caso contrario, debe decirse con crudeza, morirán pacientes por deficiencias en el tratamiento y por contagio intrahospitalario y trabajadores de la salud por el riesgo en su labor cotidiana. El actual sistema de salud de los argentinos es un mal sistema de curación de la enfermedad que ni siquiera cumple con ese objetivo limitado. No existe un sistema integrado e integral que, como lo postula la Organización Mundial de la Salud, se base en la Estrategia de Atención Primaria, con los distintos niveles de complejidad, para la prevención y curación de la enfermedad y la promoción de la salud, con una atención próxima a los lugares de vivienda y trabajo de la población. No existe, en consecuencia, accesibilidad geográfica, económica y cultural al acto de salud que debiera ser un derecho inalienable de todo habitante de nuestra tierra.
La situación es dramática. Más del 50 % de nuestra población vive por debajo del nivel de pobreza. Es en este contexto que el 60% de la población sólo puede recurrir al sector público de salud (deficitario en varios aspectos) muchos de ellos viviendo a más de 3 kilómetros del centro de atención sanitaria estatal más próximo. (5) (6) (7)
Es de imaginar las consecuencias que producirían para la población y para los trabajadores de la salud, el ingreso de un agente como el de la gripe aviar o la difusión de los que ya tenemos, en estas condiciones.
El transporte de material biológico es también una cuestión ligada a la bioseguridad que debe considerarse. Si bien hay normativa legal al respecto, hay serias deficiencias en su aplicación. Hasta ahora no han trascendido eventos con gran número de víctimas, pero los peligros mencionados más arriba obligan a considerar que no se puede seguir como hasta ahora.
Todo indica, entonces, que es preciso realizar un adecuado análisis de riesgo.(8) Se deben analizar los riesgos sanitarios posibles y prever la bioseguridad necesaria.
Una vez que se han analizado las eventos posibles, deben existir tres fases a planificar:

1- Fase de prevención. Destinada a evitar que el brote epidémico se produzca.

2 - Fase de acción en la emergencia. Destinada a actuar si, a pesar de lo anterior, el brote ocurra, para que las consecuencias sean lo menos graves posibles.

3- Fase paliativa. Destinada a paliar los daños morales y materiales en las víctimas.

Hechos recientes demuestran que hay serias deficiencias al respecto. Pareciera considerarse a la prevención como un gasto superfluo que se puede eludir.
De lo dicho surge que no se debe reducir la bioseguridad sólo al trabajo con material biológico. Una respuesta adecuada a las circunstancias obliga a ampliar el espectro de acción: no se resolverán las causas básicas de accidentes con material biológico si no se amplia la visión y se prevé lo necesario, concibiéndolo no como un gasto sino como una inversión destinada a evitar males mayores.
Esta ampliación de la visión de la bioseguridad, debe incluir la participación en la vigilancia epidemiológica de la población que permita detectar rápidamente cualquier evento que pueda significar la diseminación de microorganismos y enfermedades consecuencia de ellos en el interior del territorio nacional, entre las diversas regiones. En estos casos la bioseguridad cumplirá la tarea de diseñar, poner en práctica y evaluar los resultados de las acciones destinadas a evitar todo riesgo en la manipulación y traslado de material biológico dentro del país. Se desarrollará así este estrato de bioseguridad intraterritorial que es parte de la vigilancia epidemiológica de la población humana y animal.
Asimismo, el control de fronteras es una tarea ineludible para una visión ampliada de la bioseguridad. La entrada al país de agentes infecciosos para humanos, animales y vegetales pone a la orden del día esta cuestión: nuestras fronteras parecen ser demasiado permeables.
Hace unos años, en virtud de situaciones de política internacional (muchas veces originadas por centros internacionales de discutible legitimidad aunque de indudable poder económico, político y militar) se puso sobre el tapete el tema del bioterrorismo. Los expertos en bioseguridad se vieron de pronto en la necesidad de opinar sobre el tema. Muchos repitieron lo que los medios de comunicación difundían sin mucho rigor científico.
Hoy sabemos que si hay alguien con capacidad científico tecnológica para producir materiales para bioterrorismo son las grandes potencias. Sin embargo (o tal vez por ello) el tema de la permeabilidad biológica de nuestras fronteras no debe ser desechado.
Este superior estrato de la bioseguridad, la bioseguridad de fronteras, está constituido, como se ha publicado hace años, por las respuestas legales y técnicas destinadas a evitar la entrada y salida al y del territorio nacional de algún factor vinculado a un riesgo biológico determinado, principalmente un agente causal. Las acciones, ante estas circunstancias, no se basan sólo en la decisión política que genera una legislación vinculante. Un resultado confiable requiere también, en forma integrada, disponibilidad de recursos humanos y técnicos y continuidad en las medidas de control establecidas, así como la participación activa de toda la población. (1) (2) (9)
Y aquí es notoria la relación entre fenómenos sanitarios como los que se tratan y la defensa nacional de nuestro país.
De todo lo anterior surge que tanto una política sanitaria nacional así como de defensa nacional, no pueden eludir el análisis de un Plan Nacional de Bioseguridad, que será parte de nuestro proyecto de Nación Independiente.
Pareciera ineludible contar, para contribuir a estas nuevas y viejas obligaciones de la bioseguridad como disciplina, con un organismo rector permanente o Comisión Nacional que planifique, ejecute y controle estos aspectos. Más aún, la existencia de organismos provinciales y locales interrelacionados es una exigencia inexcusable
Las patologías infecciosas existentes así como la posibilidad de aparición de otras obligan a incluir estos temas en la agenda de la Salud Pública.
Son cuestiones referentes a la salud de la población y de los operadores de material biológico, a la prevención de factores que pueden perjudicar nuestra economía y a la Defensa Nacional, que deben ser enmarcados en un Proyecto de Argentina Independiente.

Referencias bibliográficas

Micucci, HA. Capítulo: Salud y Seguridad Laboral: Bioseguridad. Prevención de incendios y accidentes eléctricos. Seguridad química. En el libro: Gestión de la calidad en el laboratorio clínico. COLABIOCLI. Editorial Médica Panamericana. 2005.
Micucci HA. Bioseguridad como epidemiología del accidente y las condiciones de trabajo como causas del mismo. En Temas de Zoonosis II. Editores Cacchione R, Durlach R y Larghi O. Edición Asociación Argentina de Zoonosis. Buenos Aires. 2004, p. 423-428.
Micucci, HA. Las condiciones de trabajo y su remuneración: determinantes de la bioseguridad. Periódico FABA Informa. Órgano de la Federación Bioquímica de la Pcia. de Bs. As. Nº 394. Julio de 2005.
Jarne AR. Bioseguridad Hospitalaria, Nuevo enfoque teórico. Acta Bioquim Clin Latinoam. 1990; 24 (3): 241-246.
Doval, H, Micucci, H y Stein, E. Salud : Crisis del sistema. Propuestas desde la Medicina Social. Editorial Ágora. Buenos Aires. 1992.
Micucci, HA. Reflexiones críticas al modelo de salud. Diagnóstico Bioquímico y Molecular. Año IV. Número 4. 17-24. 2003.
n Doval, H.. La situación de la salud en la Argentina en el contexto global mundial. En Revista Política y Teoría Nº 49-50. septiembre de 2002. Págs.46-48.
Micucci, HA. Prever para proveer. Sección Programa de Bioseguridad, Seguridad en Instituciones de Salud y Gestión Ambiental. Periódico FABA Informa. Órgano de la Federación Bioquímica de la Pcia. de Bs. As. Nº 388. Enero de 2005.
de Torres RA. Niveles abordables de bioseguridad. Bioseguridad en el laboratorio. Acta Bioquim Clin Latinoam., Suplemento 4. 1988. p. 1-4.


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