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El Chagas no merma entre los aborígenes del Norte


La enfermedad de Chagas en los países del cono sur afecta alrededor de 10 a 11 millones de habitantes y existen más de 50 millones con riesgo de contraer la infección.

Una investigación de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) confirma que el 60% de los habitantes en las comunidades formoseñas padece la enfermedad. El ecosistema, la falta de atención médica y un plan de apoyo tardío facilitaron el avance.
Un estudio encarado hace ya dos años por investigadores del Instituto de Medicina Regional de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) alertó sobre la proliferación del Mal de Chagas en las comunidades aborígenes de Formosa, donde seis de cada diez integrantes padece la enfermedad.
Según detalló en un informe el equipo de especialistas, el relevamiento a 164 individuos de entre 1 y 80 años pertenecientes a las etnias Toba, Wichi y Pilagá arrojó que la presencia del mal supera 6 veces la tasa obtenida para la población general en la provincia (10%) debido a que el ecosistema donde habitan es ideal para el desarrollo de la infección.
La iniciativa que llevaron adelante Miria Galván, Adriana Fabre, José M. Alonso y Olga Miranda también extrajo que mientras en 13 de 19 provincias endémicas la transmisión vectorial ha sido interrumpida en el 2001, en Formosa la tendencia de la endemia chagásica desde 1989 a 1999 es ascendente, a tal punto que avanzó en 3 puntos porcentuales al promedio de ese período, fijado en el 7,56%.
Sin embargo, más allá de la marcada marginación social y una baja y desproporcionada distribución de su población, el foco del estudio siempre fue la detección de esta “endemia oculta” en las comunidades no evaluadas, es decir en las etnias aborígenes que concentran unos 30 mil habitantes.
Tal como se dio a conocer en el trabajo publicado días atrás por El Universitario de la UNNE, las familias se agrupan en comunidades que aceptan la autoridad de un cacique. La vivienda está de acuerdo con el estilo de vida practicado. Generalmente, consiste en una estructura abovedada, construida con ramas enclavadas en el suelo que se unen en la parte superior, cubierta con ramas, cueros y paja, un ecosistema más que propicio para la instalación y diseminación del Triatoma infestans.
Por otro lado, los investigadores encontraron que las enfermedades habituales en las comunidades indígenas (tuberculosis, desnutrición, chagas, venéreas y brucelosis) hacen estragos entre ellos por una dieta alimentaria descompensada, basada en el maíz, el zapallo, carne de cabríos y pescado, fruta y casi nada de verdura.
De hecho, no es casual que el Chagas se acreciente si se tiene en cuenta que hasta no hace mucho tiempo las urgencias de salud de los aborígenes eran generalmente asistidas por los curanderos.
Recién en la década del 60 el sistema oficial de Salud Pública comenzó a preocuparse por el diagnóstico y tratamiento de la tuberculosis, en especial para evitar el contagio con los criollos de la zona.
“Es conveniente y beneficioso conocer y analizar las patologías presentes en comunidades aborígenes que pueden constituir reservorios humanos para el resto de las comunidades, provocando su reemergencia en las mismas luego de períodos de eliminación y/o control”, estimaron los científicos de la UNNE en su trabajo.

La expansión


La enfermedad de Chagas en los países del cono sur afecta alrededor de 10 a 11 millones de habitantes y existen más de 50 millones con riesgo de contraer la infección.
El ser humano adquiere el Tripanosoma cruzi por medio de vectores (en nuestro país principalmente Triatoma infestans), por transfusión de sangre y por vía transplacentaria.
En este sentido, pese a que la Organización Panamericana de la salud ( OPS/OMS) lideró en 1991 un plan denominado “Iniciativa de Salud del Cono Sur”, con el objetivo de disminuir la transmisión vectorial y transfusional, fue recién en 1994 cuando se decidió ver qué pasaba con los aborígenes.
“El desconocimiento de la realidad puntual para cada etnia, dentro de su contexto ecológico y social, nos presenta un panorama más sombrío y de mayor gravedad que el que padece la población criolla, ya que los mismos fueron mínimamente considerados en los proyectos de salud del país, así como en la ejecución de los mismos y particularmente carentes de continuidad”, declararon los investigadores a El Universitario.
Por último, el equipo de la UNNE recordó que en la Argentina el costo medio anual por asistencia médica de los enfermos chagásicos es aproximadamente de 23.000.000 de dólares y el costo medio de las consultas médicas y hospitalización en la fase crónica se ha estimado en 350 a 1.630 dólares año/ paciente según la gravedad clínica.

Fuente: El Universitario de la UNNE


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