Investigadores
estadounidenses encontraron una relación directa entre el grosor
de la íntima media de la arteria carótida, indicador de
arterioesclerosis y el incremento de la concentración de partículas
contaminantes del aire. Comparan el efecto al que sufre el fumador pasivo.
Por Ana María Pertierra
Un trabajo realizado por especialistas en salud medioambiental y cardiólogos
de la Universidad de California del Sur (USC, por sus siglas en inglés),
que se presentó recientemente en las sesiones científicas
de la American Heart Association en la ciudad de Nueva Orleáns,
demostró que la contaminación ambiental de las grandes ciudades
compromete la salud cardiovascular. Los especialistas estudiaron a 798
habitantes mayores de 40 años en distintas zonas de Los Angeles
y encontraron una relación directa entre el aumento de las partículas
contaminantes que contenía el aire de la ciudad y el engrosamiento
de la pared interna de la arteria carótida (grosor de la íntima
media), un indicador comprobado de arterosclerosis.
“Nuestro estudio en seres humanos es el primero que muestra el efecto
crónico que puede tener la contaminación del aire, al aumentar
los mecanismos fisiopatológicos subyacentes en un proceso muy silencioso
que, con los años, conduce finalmente al desarrollo de afecciones
cardiovasculares y a la muerte”, explicó a la prensa el doctor
Nino Kuenzli, profesor del Departamento de Salud Ocupacional y Medio Ambiente
de la Escuela de Medicina Keck e investigador principal del estudio.
Según explicó Kuenzli, de confirmarse los resultados del
ensayo con más estudios en otras poblaciones, “sería
una prueba más de que la contaminación provoca el proceso
crónico del desarrollo de la enfermedad y que no sólo influye
en el último estadio en aquellos pacientes ya enfermos por otras
causas”.
El trabajo, que fue financiado por el Instituto Nacional de Ciencias de
la Salud y el Medio Ambiente (Niehs, por su sigla en inglés), demostró
una asociación entre el grosor de la íntima media y la concentración
de partículas ambientales con un diámetro menor de 2,5 micrómetros.
Al inspirarlas, esas partículas que en general provienen de los
caños de escape de los autos, pueden ingresar en las vías
respiratorias más pequeñas. Por otra parte, el grosor de
la íntima media mide el grado de inflamación arterial, un
signo muy importante del proceso de aterogénesis.
Los niveles de las partículas contaminantes se midieron en microgramos
por metro cúbico y los registros del estudio variaron entre 5.2
y 29.9 ugr/m3. Al comparar los datos del aire con los resultados de la
medición de la pared de la carótida en el cuello de los
pacientes mediante ultrasonido, los investigadores hallaron que por cada
aumento de 10 microgramos por metro cúbico de esas partículas,
la alteración de la íntima media aumentaba un 5,9 por ciento.
Esto fue más evidente en las mujeres mayores de 60 años,
entre las cuales ese aumento del grosor de la pared arterial llegó
al 15,7% por cada 10 microgramos por metro cúbico de crecimiento
del nivel de contaminación.
Después de realizar los ajustes estadísticos correspondientes
según la edad, el estilo de vida, el consumo activo o pasivo de
tabaco, la demografía y los factores psicológicos, el equipo
de trabajo concluyó que cada aumento de 10 microgramos por metro
cúbico del particulado del aire equivalía a un aumento del
3,9 al 4,3% del grosor de la íntima media.
Tan dañino como fumar
Aunque el estudio no explica el mecanismo por el cual se altera la pared
arterial con los agentes contaminantes, sí compara sus efectos
con los del humo del cigarrillo.
“Muchos estudios sobre la contaminación ambiental en el campo
de las enfermedades respiratorias sugieren que tanto fumar activamente
como fumar de manera pasiva son un modelo de acción útil
para estudiar los contaminantes del aire -señaló Kuenzli-.
De hecho, el humo del tabaco y el de los combustibles fósiles producen
la misma cantidad de esas partículas.”
Según el experto, los efectos que observaron fueron similares a
los que afectan a los fumadores pasivos. “Muchos trabajos relacionan
la contaminación con eventos cardiovasculares agudos, como el infarto.
Algunos demuestran que las personas mueren antes por cardiopatías
cuanto mayor es la exposición a la contaminación durante
su vida -dijo-. Aunque aún el riesgo no es de temer, el impacto
en la salud pública es inmenso.”
Esto es, según Kuenzli, porque el 100% de la población está
expuesta y las afecciones cardiovasculares tienen una alta prevalencia.
“Normas estrictas de aire limpio contribuirían a una mejor
salud con efectos en gran escala”, concluyó.
Aunque los hallazgos del equipo de la USC necesitan ser confirmados, tal
vez esta información sea suficiente para plantear la necesidad
de considerar la contaminación ambiental como una cuestión
de salud pública.
Cardiólogos locales consideran que los datos obtenidos en este
estudio son la primera evidencia suficiente para iniciar campañas
de prevención.
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