Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana

El Comité de Redacción de Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana ha seleccionado este artículo publicado en la revista “Exactamente”, n.º 28, diciembre de 2003, para su difusión a través de FABA Informa.

Hay ozono en nuestras células

Un equipo de investigadores estadounidenses descubrió que el ozono es producido por algunos glóbulos blancos humanos y tendría efectos bactericidas.
Los anticuerpos participan en funciones que eran insospechadas anteriormente y constituyen una piedra angular de la inmunología, según prestigiosos científicos argentinos y extranjeros.


Por Cristina Pérez
Doctora en Química y Profesora Adjunta en la Facultad de Odontología de la UBA. Realizó el curso de Introducción a la Divulgación Científica en la FCEyN, en 2003.

La palabra ozono evoca, muy probablemente, la capa atmosférica que protege a nuestro planeta al filtrar las radiaciones ultravioletas del Sol. Sin embargo, y asombrosamente, esta variante azulada del oxígeno puede ser producida por nuestro organismo, según un artículo publicado recientemente en Science por un equipo de investigadores de The Scripts Research Institute, de California, Estados Unidos, liderados por el doctor Paul Wentworth.
El asombro puede ser aún mayor si continuamos la lectura y nos enteramos de que este gas, que huele a tierra mojada, es capaz de matar bacterias al ser producido con la participación de los anticuerpos.
Más aún, para producir el ozono, los anticuerpos se comportan de una manera totalmente insospechada: son capaces de actuar como enzimas. La catálisis enzimática, a grandes rasgos, es un mecanismo a través del cual las enzimas pueden facilitar una reacción química y, al final del proceso, recuperarse en el mismo estado en que se encontraban antes de iniciarlo.
En realidad, recientemente, Wentworth y sus colegas habían informado que los anticuerpos, al ser irradiados por luz visible, podían actuar como enzimas y, de esta forma, convertirse en fábricas de “agua oxigenada”, como se conoce vulgarmente al peróxido de hidrógeno disuelto en agua. Ahora la riovedad es el hallazgo del ozono y otros compuestos oxidantes como nuevos y más eficaces productos de la fábrica.
El descubrimiento de la función enzimática de los anticuerpos constituye una piedra angular de la inmunología, opina el doctor Edgardo Poskus, investigador principal del CONICET y profesor titular de Inmunología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA.
Hasta hace poco los anticuerpos eran conocidos por pegarse o unirse a los antígenos como forma de defensa del organismo. Pero ahora pueden ser imaginados como balas o sondas dirigidas que, por una parte, reconocen al antígeno y por otra, producen una cascada de compuestos oxidantes que destruyen los blancos o dianas seleccionados. Esta cascada requiere, como disparador o cebador, la formación de una sustancia muy reactiva denominada oxígeno singulete que impacta, como viento, sobre un sitio específico de los anticuerpos donde se realiza la catálisis, en opinión del Dr,. Poskus.

Bacterias, anticuerpos y oxidantes

En los experimentos realizados por Wentworth, todos los compuestos oxidantes originados por los anticuerpos irradiados in vitro resultaron eficaces para provocar la muerte de bacterias en cultivos de Escherichia coli. Esta especie, habitante normal de nuestro intestino, ha estado en boga recientemente en la Argentina por contaminar carne, en particular hamburguesas, y otros alimentos.
“La muerte de E. Coli observada por los investigadores podría ser atribuida, en parte, al agua oxigenada. Sin embargo, la cantidad de producto generada por el sistema de estudio era insuficiente para producir la muerte de un número tan elevado de bacterias. Habría sido necesaria, por tanto, la presencia de otro producto del oxígeno con mayor eficacia bactericida; y fue así como los autores identificaron al ozono como nuevo integrante de la familia”, analizan conjuntamente los doctores Juan José Poderoso y Jorge Peralta, director e investigador, respectivamente, del Laboratorio de Metabolismo del Oxígeno y profesores de Medicina Interna de la UBA.
No estaban tan equivocados los médicos que enviaban a los enfermos de tuberculosis a curarse al valle de Punilla, en Córdoba, donde los niveles de ozono son elevados. Utilizando compuestos radioactivos y una combinación de técnicas químicas y físicas de gran sensibilidad, como la espectrometría de masas, los autores pudieron detectar la producción de un compuesto que tenía todas las señas particulares del ozono. Esto constituye un logro valioso si se considera que en los sistemas de estudio la aparición del ozono es muy fugaz, ya que se forma y destruye a altísimas velocidades, según el doctor Poderoso.
A escala química industrial ya se conocían las propiedades bactericidas del ozono y de hecho se utiliza en combinación con el agua oxigenada para desinfectar tanques de agua, por ejemplo. El equipo de Wentworth muestra, curiosamente, que estos compuestos pueden producirse en estructuras derivadas de células y; por mecanismos absolutamente distintos, también pueden reaccionar entre sí formando otros metabolitos del oxígeno, con lo cual se enriquece y propaga el arsenal de compuestos tóxicos para bacterias y otros microorganismos.

Ozono, células y animales

Luego de los estudios in vitro, el paso siguiente de los autores fue dilucidar si el ozono era producido en células humanas.
Para su regocijo, Wentworth y sus colegas detectaron que, efectivamente, ese gas era sintetizado por los neutrófilos. Estos micrófagos o pequeños devoradores, que constituyen un tipo de glóbulos blancos, ofician de guardianes al detectar microorganismos o partículas extrañas y luego destruirlas. Al enfrentarse a una bacteria invasora, por ejemplo, vuelcan el contenido de sus gránulos al exterior celular y allí producen un cóctel muy concentrado de compuestos oxidantes que la destruyen.
Estos datos son interesantes como reflejo de lo que ocurre normalmente en el organismo, ya que los glóbulos blancos absorben luz visible o blanca, de donde proviene su nombre, con lo cual estarían en condiciones similares a las del experimento. Sin embargo, es posible que los hechos observados se produzcan sin la participación de la luz, ya que los neutrófilos pueden producir compuestos capaces de intercalarse en la cascada de oxidantes y generar, por lo tanto, ozono.
“Más aún -agrega Peralta-, la detección del ozono en un modelo experimental de inflamación en ratas indicaría su participación en procesos inmunitarios, ya que la inflamación es considerada como una forma de defensa del organismo. Este modelo involucra la participación, corno desencadenantes, de los anticuerpos unidos a antígenos, que son capaces de aglutinar neutrófilos, entre otras acciones. Con esto se demuestra la participación de los anticuerpos en procesos inmunitarios de animales vivos. Es probable, por lo tanto, que el ozono participe, al igual que en los neutrófilos, en otros tipos de células inflamatorias en seres humanos”.

Congéneres del oxígeno en el organismo

Antes del descubrimiento del ozono, se sabía que las células que intervienen en procesos de defensa producen distintos compuestos o metabolitos del oxígeno, como el agua oxigenada, con la participación de distintas proteínas enzimáticas, que suelen actuar en forma secuencial o concertada. Curiosamente, en este entorno celular existen otros sistemas enzirnáticos que agregan compuestos oxidantes comunes en el hogar, tales como el hipoclorito o lavandina.
Estos oxidantes sirven para defenderse de microorganismos invasores. Sin embargo, si su actividad se incrementa en forma inadecuada, pueden lesionar a las células del propio huésped, conduciendo a su autodestrucción. Esta puede formar parte de procesos normales de envejecimiento o patológicos como la artritis reumatoidea. El desarrollo de medicamentos destinados a inhibir o retrasar estos fenómenos adquiere, por lo tanto, gran importancia terapéutica.
En otro tipo de células, como las del sistema nervioso, los compuestos del oxígeno modulan su desarrollo, maduración y plasticidad. Para esto, varían sus concentraciones desde etapas fetales hasta después del nacimiento. De forma similar, esa actividad reguladora también es importante para el funcionamiento normal de órganos como el corazón y el hígado. Funcionarían, por lo tanto, como segundos mensajeros o señales para que las células cumplan determinadas funciones.
Es importante destacar que el ozono se agregaría a la lista de gases mensajeros en biología, que ya integraban el óxido nítrico y el monóxido de carbono. Nuevamente, vemos que estos gases pueden estar dentro y fuera de nosotros; de hecho, el ozono y el óxido nítrico coexisten en el kilómetro 31 de la atmósfera, según el doctor Peralta.

Inmunidad innata y adquirida

Según comenta Carl Nathan en un artículo publicado también en Science, los trabajos de Wentworth descubren un puente entre los neutrófilos y los anticuerpos, como representantes de la inmunidad innata y la adquirida, respectivamente.
En efecto, todos los organismos tienen mecanismos de reconocimiento de su propia naturaleza a través de los cuales son capaces de vigilar y de reaccionar contra cualquier elemento extraño. La inmunidad innata es uno de estos mecanismos e involucra la participación de células como los neutrófilos, que tienen la propiedad de generar compuestos oxidantes inespecíficos.
Después de millones de años de evolución, aparece la inmunidad adquirida, adaptativa o moderna, que es mediada por los anticuerpos. Estos utilizan en primera instancia mecanismos de reconocimiento específico de antígenos o sustancias extrañas al organismo, que se asemejan a la forma en que una cerradura encastra en su llave a través de distintos sitios específicos. Como consecuencia de esto, logran mayor eficiencia para desencadenar otros mecanismos destructivos a través de la activación de células fagocíticas y sistemas proteicos como el del complemento.
“Lo impactante de los hallazgos de Wentworth es que, a la novedad de la especificidad, los anticuerpos le suman la conservación de las virtudes ancestrales de oxidación enzimática, con lo cual quedan convertidos en un reforzado puente entre los dos tipos de inmunidad”, según el doctor Nathan.

Anticuerpos: armas de doble filo

Según el Dr. Poskus, el conocimiento de las funciones de los anticuerpos ha evolucionado considerablemente, sobre todo a partir de los 70. En ese momento, Milstein y su equipo estaban desarrollando la metodología de producción a voluntad de anticuerpos monoclonales, cuyo impacto científico excepcional lo condujo al Premio Nobel. Si Milstein leyera estos artículos de Science, seguramente exclamaría, de acuerdo a la opinión del doctor Poskus, very interesting!, al ver que los anticuerpos, proteínas de sus amores, acreditan una propiedad absolutamente exótica, como ésta de la catálisis enzimática. Esto significa que, en el fondo de su sitio de unión con el antígeno, tienen un poro productor de sustancias agresivas oxidantes.
Los anticuerpos pueden resultar armas beneficiosas o adversas. Por ejemplo, durante el embarazo la placenta permite el paso de anticuerpos de la madre a su hijo en gestación. “Los anticuerpos sirven, en general, como protección durante los primeros meses de vida del niño. Sin embargo, si la mujer se está volviendo diabética mientras está embarazada, los anticuerpos que lesionan sus células pancreáticas pueden agredir también a las de su hijo”, concluye Poskus, que acredita varios premios, como el Houssay (CONICET), y cuya línea de investigación se focaliza actualmente en procesos autoinmunes vinculados a la diabetes.
Por otra parte, los anticuerpos pueden usarse como herramientas farmacológicas para tratar enfermedades autoinmunes, ya que pueden pegarse y actuar contra células perjudiciales para el organismo, como las que destruyen articulaciones en la artritis reumatoidea.
En cualquier caso, los hallazgos del equipo de Wentworth amplían el panorama inmunológico, de forma tal que en adelante será necesario tener en cuenta que los anticuerpos devenidos enzimas agregan a sus funciones conocidas tradicionalmente la propiedad de generar ozono y otros compuestos oxidantes agresivos.


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